Artículos Francisco Umbral

La calle


Venía Solana, desmarcado del mogollón, sujetándose las gafitas: "No hay razón para un enfrentamiento entre el Gobierno y UGT". Los reporteros audaces del transistor recogimos sus palabras. Venían los bloques compactos de UGT, peñascosos contra el crepúsculo urbano, cuando parece que todas las calles van a dar al mar: "Que cambien a los ministros económicos". Era su cantiga. A Camacho y a Redondo se les veía juntos más que nunca, entre los recrecidos micrófonos primaverales, como adelfas de McLuhan. Se decía que el debate está en el PSOE, hasta el punto de que el ugetismo de Redondo ha eclipsado como un poco el izquierdismo de Pablo Castellano.Los salarios siempre mueven más que los principios. Los mineros invadían Madrid con linternas de galería, como un semáforo personal en la frente. Los sindicatos retaban al Gobierno con movilizaciones en la calle, y las cumplían. Las organizaciones agrarias ponían en marcha el tractor en toda España, un tractor con voluntad de tanque. Justo Fernández: "Sin acuerdo socialista, UGT será autónoma". O sea, que le arrancaba un arma al Poder de su propia panoplia. La gente lo veía, pero no lo creía. Los mineros de Hunosa cobrarían este mes un 40 por 100 menos. Y encima, como un nibelungo sin anillo, Cuevas quería mayor dureza de las cámaras de comercio con el Gobierno.



 



El líder de UGT, desde detrás de su barriga, reivindicaba al socialismo, enfrentándose al Gobierno. Y entre las muchedumbres escarpadas, una afilada sombra, López de Letona: "La política de este Gobierno no es de izquierdas ni de derechas". Un comentarista lo ha dicho: "La calle tiene más prestigio que las Cortes". Por eso uno es cronista de la calle. Losdos grandes sindicatos venían, como un Escorial y un Guadarrama de sombra, denunciando la "flexibilidad laboral", que entienden como despido. Parada dice que en UGT manda Comisiones. Izquierda Socialista quería descabalgar a Solchaga y los críticos del PSOE se decantaban por UGT. El obreraje andaba ya ceguerón, con esparadrapos en la cara. Pero estuve en el Banco Exterior y Miguel Boyer, serio y tranquilo, presentaba el libro de Eguillor/García Lorca, Poeta en Nueva York. Las señoras de media tarde asentían a todo, esperando el momento de los emparedados. Boyer ha desatado esta política "liberal" enEspaña, y sus seguidores están conteniendo al pueblo por el procedimiento de meter un pie entre la puerta y el marco.



Felipe González, que tuvo a la calle en pie por dos veces, para aclamarle, ahora tiene a toda España en pie para exigirle. Quizá empiece a comprender lo importante que es la calle como dragón de siete cabezas, y no la calle como tribuna y pachanga. Él va a ganar siempre las justas en el Parlamento, pero el estado de la nación es el estado de la calle (campus universitario, fincas y minas). La calle es que no se termina nunca. Todo es calle, presidente, un país es su calle y esta calle volverá a votar algún día.

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