Artículos Francisco Umbral

La pelvis


"El reloj / me enseñó / a bailar el rock and roll". Morían los 50 y Elvis Presley La Pelvis nos señalaba nuestro sitio en la Historia: el circo Price de Madrid, los domingos por la mañana, grandes concentraciones de la primera generación rockera (a la que uno se honra en pertenecer), que luego salíamos cantando y bailando por las calles vacías de Madrid, en los reportajes del Pueblo de Emilio Romero. En seguida prohibieron los conciertos y los reportajes, y hasta han tirado el Price. Elvis La Pelvis (por cómo la movía) era un camionero con alguna coronita de oro en las muelas, que pronto se hizo el rey del rock, o creó el rock con su reinado. Iba de chaquetilla drapeada, pantalón acampanado y abierto por abajo, y toda la sublimación sublime y hortera que puede acumular un genio sub/cult mediante un millón de millones. En el mundo entero fue una respuesta. Iba a cambiar el mundo, a transformar la vida. Luego, la respuesta fueron los Beatles, y luego Bob Dylan, y luego los Rolling's, y luego tantos. Pero el mundo no ha cambiado y el rock no es sino una variante más en la cartelera de Madrid. Alaska no es la Pasionaria ni pretende serlo. Dany Cohn-Bendit, el hombre/antorcha del 68, acaba de publicar un libro/reportaje (Anagrama) con entrevistas a los líderes del 68 en todo el mundo. La mayoría se han aburguesado, empezando por Dany, y hablan de la revolución en teoría, como hipótesis de trabajo. Lo que ha venido después es la modernidad (magistralmente glosada por Rubert de Ventós, con quien almorcé el otro día en el Palace), y luego la postmodernidad, que es el imperio de las formas y la repugnancia por los fines. Pero hay unos intelectuales madrileños a quienes José Ángel Valente, poeta que despejó nuestra adolescencia, define "por el poco honroso nombre de intelectuales de la OTAN". Quiere decirse que detrás de la postmodernidad están Weimar y Stephan George, gran cuidado, y que el sepulcro de Adorno ha sido cerrado bajo siete llaves mientras se desentierra a Heidegger en la Selva Negra. (El caso es aún más macabro si consideramos que enterradores y desenterradores son los mismos). Están haciendo eso que en los cementerios se llama "una monda", o sea, dejando en los huesos a unos y otros para luego vestir de honoris causa al que más les convenga, que me parece que es el nazi. Tú no has cambiado nada ni a nadie, Elvis, salvo que has cambiado la cotidianidad, la adolescencia y sus sexualidades, pero la macroeconomía sigue siendo de los mismos y tú hiciste bien muriéndote a tiempo, inflado de drogas y corticosteroides, dentro de tus chaquetas de brillo, que ya no te entraban, por gordo. Siempre ha sido igual, en la Historia: los presocráticos son subterráneos a Sócrates y los maoístas fueron subterráneos a Mao, vendiendo La causa del pueblo. La humanidad se mueve por abajo (mueve la pelvis) y los jefes se mueven por arriba, pablopinochets. "El reloj / me enseñó / a bailar el rock and roll". Etcétera. Hasta que todo se hace soluble en la democracia. En eso anda Cohn-Bendit. En eso andamos.Y me remonto a Elvis para hacer esta travesía de la nada a la nada porque con él empezó la movida en la postguerra mundial. Cada revolución no hecha nos ha dejado su folklore. El fin de siglo es ya una antología de folklores, un museo de disfraces, de la boína del Ché al suéter de Itziar Velasco. Nuestra generación guarda en el armario los uniformes de todas las guerras a las que no ha ido. El último es el de postnovísimo y todavía está en buen uso. Algunos "intelectuales/OTAN" se lo ponen los domingos.

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