Artículos Francisco Umbral

Perestroika


Las perestroikas (reconstrucción, traducido aquí por apertura), como las guerras santas, se hacen para perderlas. Como seguimos siendo centinelas de Occidente, y de Oriente, nuestra perestroika la inició Suárez mucho antes que Gorbachov. Era una perestroika en guapo que llegaría a su perihelio con Felipe González. Media Moncloa almuerza todos los días en Los Remos y otros restaurantes caros de la carretera de La Coruña, quizá porque quedan cerca. Y luego viene la derecha dando vara. Normal. La Caballé nos canta unas cosas de pie quebrado (ella y las cosas), en el Real, y, en la copa posterior, hablo con Buero Vallejo sobre el Nobel que este año le ha quedado tangente. Pero los suecos siempre se inventan un exiliado ruso que ha escogido la libertad, por desescoñarle a Gorbachov la perestroika.El duque de Huéscar, mi querido amigo de cuando sólo era "el niño" en las cenas de Cayetana Alba, preside la cosa de la prevención cardiaca, y en su fiesta encuentro al gran doctor Rábago, sobrino de Jiménez Díaz e interesantísima figura de la Concepción. Lo de echar candado a la Concepción es otro ejemplo de anti/perestroika o de la perestroika mal entendida por los rojocatólicos. Haro-Tecglen me lleva (o le llevo yo a él, que ya ni se sabe) a ver/oír a Molière. Molière es la perestroika francesa y teatral (europea) del XVII. Villapalos, el nuevo rector complutense, me invita a cenar tras su elaboración de la "Universidad del futuro". ¿Reconstrucción, apertura, perestroika en la Universidad? Esto sería, en su origen, logro de la movida estudiantil del pasado invierno. Es bueno que la perestroika germine en la calle, desde abajo, y no como las de Gorbachov y Suárez, impuestas desde arriba.



La Asociación de Periodistas Europeos, que lleva Carlos Luis Álvarez, va a promocionar a los "grandes periodistas olvidados" y a los periodistas de la guerra civil. Perestroika hacia atrás y hacia adelante reconstrucción/apertura de la sociedad española, que aún vive de la inercia abrileña y no vadora de la transición, en con traste con la anti/perestroika filiposecundista (no porque él sea Felipe II, sino porque está en su segundo mandato). Félix Grande, en "La calumnia", deja claro el falso caso Rosales/Lorca: apertura a la verdad histórica y reconstrucción del tiempo. Eduardo San Martín nos va a explicar El Globo (para que no nos englobemos), que quiere ser el boletín oficio so de la perestroika. nacional, y Nico Sartorius se ha metido en casa, poniendo los blasones fa miliares de cara a la pared para que no molesten, a "repensar la izquierda". Quiere decirse, en fin, que la sociedad española está viviendo del impulso histórico que le dieron los políticos hace diez años. La sociedad es una cosa cuántica (Cuestiones cuánticas, Kairós) y los políticos, izquierda y derecha, perezosos de poltrona o asustados de su propio invento, quieren que pare el epigrama. Esto es lo que hoy vivimos, esto es el filiposecundismo: una sociedad acelerada y unos políticos retardados, rojocatólicos de un lado a otro del espectro, por miedo de no quedar modernos o por miedo a la modernidad. Tanto el Gobierno como la derecha quisieran quedarse como están. La calle les ha pasado por la izquierda, como ocurre siempre. Lo de Guerra/Felipe vuelve a ser un dúo musical como los de la Caballé, antes que la gran contraópera brechtiana de los diez millones de coros.



Los rojocatólicos hacen concesiones al Vaticano (Opus/Nunciatura), Ruiz Mateos me sigue escribiendo desde la cárcel, como si yo tuviera un novio legionario, el PSOE es un invernadero de disidentes y Solchaga es el sheriff de los ordenadores. En Los Remos fracasa melancólicamente la perestroika nacional.

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