Artículos Francisco Umbral

Menuhin


Lleva un siglo poniéndole violín a nuestro siglo. Yehudi Menuhin, el violinista maldito de la URSS, ha reaparecido en Moscú, se les ha aparecido a los moscovitas, y luego a los melómanos de Leningrado como la verdadera perestroika que llega con 70 años de retraso. Setenta años sin la música de Mentihin (que ahora tiene 71) son 70 años perdidos.Sartorius nos dio su concierto de marxismo fino, esta semana, tocó el violín dialéctíco en el XXI/Segrelles/Gamir, llegando a la inteligente conclusíón de que los comunismos europeos deben unirse, cosa de la que están muy lejos. Uno piensa que si la perestroika rusa la llevase Sartorius, hace mucho que Menuhin llenaría con su música las noches blancas de los dostoiewskis judíos (el propio Yehudi). Con lo que esperamos que los judíos rusos puedan abandonar la Unión Soviética cuando les apetezca, como ha pedido el violinista eligiendo los caminos desvariantes de la libertad: Brahms, Bartok, Beethoven, todo eso. Eso. Lenin lo dijo una vez:



-Comunismo es la electrificación de Rusia más el poder de los soviets.



Se le olvidó añadir a Yehudi Menuhin y Marc Chagall, también reencontrado tardíamente. La perestroika tiene nombre de bailarina rusa. Voluble como tal, ya se ha traicionado a sí misma traicionando a Yeltsin. Uno tiene escrito en esta elipse esquinera y kepleriana que las perestroikas, como las guerras santas, se hacen para perderlas. Y miren ustedes qué pronto la historia nos ha dado la razón.



Toda nuestra vida no ha sido sino un ponerle letra torpe a la música dé este violinista, legendario y contemporáneo al mismo tiempo, sobre cuya partitura hemos vivido. Él era/es la metáfora (uno sólo se entiende por metáforas) de la Rusia/ Europa, de la eurorusia que queríamos los adolescentes en sombra de los 50. Menuhin, exiliado de la URSS, expulsado por Stalin, o por el estalinismo subsecuente. Aparte haber escuchado a YM en persona, "cuando entonces" (frase mía y título del maestro Onetti que yo le cedí gustoso), estos días, coincidiendo con la vuelta del violinista y su violín a Rusia, nosotros hemos escuchado en Madrid el concierto de Sartorius glosando la perestroika, que se frustraba -Yeltsin- al mismo tiempo que NS la cantaba. El problema no es de derecha/izquierda, sino de Estado/calle. Cada día hay más Estado en los estados USA/ URSS y sus satélites (ahora nos van a investigar la cuenta bancaria por un tris de aparcamiento), mientras los Yehudi Menuhin de mi generación y subsiguientes hacen Brahms en el Metro de Nueva York o de Madrid. Mientras uno mismo hace violín literario por un duro en los periódicos de izquierdas. USA/URSS son ya tan idénticos que los vicios de un Estado son las virtudes del otro, y viceversa. Chagall, otro tapiz imaginativo para fondo de nuestra biografía imaginaria, estuvo prohibido en Rusia por judío y por pintar vacas verdes. En Occidente pintaba libre, pero el precio de sus cuadros era/es otra forma de prohibición/discriminación. "De la música nace toda cosa", dijo el pobre Verlaine, de quien tengo la última foto, dedicada a un poetón viejo y español, que me la vendió barata. "Europa es un violín sonando por calles mojadas", escribíamos las púberes canéforas de postguerra. El violín judío -Chaplin- y el Estado policía Este/Oeste no se encontrarán nunca. Nuestra pubertad fue rusa: Maiakowski, Chagall, Menuhin. Nuestro marxismo fue proustiano, como me dijera una vez Cándido. Aquí, hoy, tocan el violín, sensitivamente, Gullón en la líteratura y Álvaro Delgado en la pintura. De la música de Menuhin, señor Gorbachov, nace toda cosa. Hasta la perestroika.

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