Artículos Francisco Umbral

Fraga


Vino en los años cuarenta a la conquista política de Madrid, y en los 70 podía gritar: "La calle es mía". Madrid era suyo.Fraga ha llenado medio siglo de vida política madrileña, no como él hubiese querido, es decir, como un déspota ilustrado (como un ingeniero social, diríamos hoy), sino como un déspota al servicio de otro déspota. Del fragor contra Gilda al Instituto de Estudios Políticos, pasando por la revista Acento, del SEU, hasta el Ministerio de Información y Turismo, pasando a su vez por los 25 Años de Paz, la Biblioteca TVE y la edición popular y millonaria de La tía Tula de Unamuno. Todo para acabar en conservador inglés en crudo, capitán de una mayoría natural inexistente y jubilado a los 65 años. Pero las jubilaciones nunca vienen solas, como ya le tenemos advertido a don Manuel, y el hombre en cuya cabeza "cabe el Estado" (Felipe Gónzalez), va a darse por contento con que quepa Galicia. Madrid hace sus hombres y los gasta. Hablaba un filósofo español de los hombres/sifón, de quienes sólo puede aprovecharse la primera mitad, porque luego sólo echan aire. (El sifón es ingenio que ya no se usa, con lo que los más jóvenes no entenderán esta metáfora). Pero Fraga ha sido un hombre/sifón, en cuanto que tuvo una primera vida política brillantísima y crudelísima Gustificación de la muerte de Grimau, con insultos a los intelectuales), y una segunda vida, democrática y parlamentaria, más bien acomodaticia y un poco embarullada. Del "A este chico que le hagan algo", de Franco, al dulce caciquismo galaico a que hoy aspira. La vida suele durar más que la biografía, don Manuel, y usted arrastra ya una vida más allá de, su biografía política, que seguramente ha terminado. Hubo un libro que se llamaba algo así como Los 90 ministros de Franco. Fueron ciento y pico. Entre todos ellos (Franco imponía la grisalla y la mediocridad), Fraga fue el único que consiguió hacerse una personalidad y una persona rompiendo los esquemas, y con eso ha llenado la vida madrileña (más su facunda presencia), siendo el único ministro/noticia con que contábamos los periodistas. El 87 le jubiló como catedrático, cuando ya él se había jubilado a sí mismo de tantas cosas. Madrid no le olvida.

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