Artículos Francisco Umbral

El Real Madrid


El domingo fue un día de masas, Ayuntamientos, campeonatos, toros y toreros, políticos y política. Está bien que la gente se eche a la calle para cambiar la Historia, pero no comprende uno ese éxtasis ante la victoria del Real Madrid, que era ya una victoria consabida. Y menos comprendemos el vínculo de un club de señoritos con una diosa cereal, o sea la Cibeles consagrada, que ya la consagraron los madriles cuando la carlistada de Franco, que a las diosas míticas de secano más vale no tocarlas demasiado porque luego se les cae la virginidad al charco bañándose en el agua municipal con Beckham, lo cual que éste se va pasando de tanta gloria. Queremos decir que una capital europea, como Madrid, requiere un equipo que sea al mismo tiempo un emblema de la ciudad, una copa borbónica sin nada que ver con la otra copa. Estos grandes acontecimientos son previsibles, que yo he ido al fútbol en Madrid hasta con María Eugenia Yagüe o con Arthur Miller. Uno de los primeros capítulos de mi asalto a Madrid cuenta cómo, auspiciado por un maestro de la radio, fui una mañana al Bernabéu a participar en un concurso de locutores. Pero todas las puertas del estadio estaban cerradas, contra lo que me había dicho el locutor. Me pegué hasta cinco vueltas al edificio corriendo como corría yo entonces, pero no pude entrar jamás y creo que quedé eliminado para siempre de un oficio que no me convenía, aunque uno tenía buena voz a la manera de Bobby Deglané, pero más grave. Allí, a los pies de un monumento también un poco cereal, quedó inaugurado un escritor y enterrado un charlatán. A lo mejor fue lo que decía Groucho Marx, que ahora sale mucho en este papel: «Nunca ingresaré en un club que admite tipos como yo». El Bernabéu no ha dado más literatura que la de Joaquín Sabina: «Mira si soy colchonero / que paso por Concha Espina / como pasa un forastero». Metido en orgías cereales, masónicas, guerracivilistas y futboleras, recordaré aquella anécdota de Camilo José Cela en la aduana política de la derecha, cuando le preguntó un capitán por qué no se había pasado antes: -Mi capitán, dispense, pero estaba esperando a ver quién ganaba. Los fanáticos del domingo estaban igualmente esperando a ver quién ganaba y sabiendo que era el Madrid. Es uno de los males de esta ciudad, que siempre va por delante de la Cibeles, protegiendo al Madrid como en la guerra, cuando le pusimos una sombrilla de ladrillos a la diosa para que no se la zumbase Franco. Yo no soy del Real Madrid pero soy del Casino de Madrid, adonde iba con González-Ruano a comprar cigarrillos egipcios, que allí se los liaban. Tampoco íbamos nunca al Bernabéu con Ruano, pese a ser él el mejor entrevistador de España, porque no me consta que hiciera ninguna entrevista a Don Santiago. Ahora el Bernabéu es una especie de ciencia ficción acumulativa en su arquitectura camaleónica y mercantil. Con tanta Liga podían haber hecho algo más hanseático, como el yate de Fefé, que ahora le quitan a él la Cámara de Comercio, toma ya.

Comparte este artículo: