Andancio
Nos enteramos por este periódico de que los escritores, tanto aficionados como profesionales, han sido invitados por asociaciones e instituciones a elegir una palabra difícil del castellano para definirla, protegerla y darle nueva vida si fuese menester. A uno le parece que quien más cuida las palabras, casi como animales domésticos, es la Real Academia Española de la Lengua, son, en fin, los académicos. Pero los particulares también tienen derecho en este juego que, cosa sorprendente, no habla de fútbol ni de quiniela. Vamos bien. El presidente del Gobierno, señor Zapatero se ha dignado elegir una palabra y procesarla, como si fuera un detenido de la Casa de Campo. La palabra es andancio, que todos los que hemos vivido un poco en León la conocemos en propiedad. Evidentemente, esta palabra arranca del verbo andar, pero luego, con el tiempo y sus caminos, ha derivado como apelativo en el nombre de una enfermedad leve, popular y andariega. Es el uso que se le da actualmente y tiene una derivación poética por cuanto se refiere al verbo andar, que los médicos rurales son una virtuosa clase que anda mucho y cura lo que puede. David Gistau, en su nuevo libro, se pregunta por este asunto: ¿Qué nos estás haciendo, ZP? Pues ya lo ves, tío, que el presidente se dedica a escarbar vocablos y sólo le queda algún andancio de los que le pronostica Otegi. La noche en que llegué al café Gijón conocí a Onofre, un camarero de origen leonés que ahora ya se ha jubilado. Con frecuencia, Onofre me obsequia con verduras, dulces, chorizos y otras veleidades de la tierra, creyéndome a mí también leonés. Me parece urgente que Zapatero se pase por el Gijón para cambiar impresiones de las municipales que se aproximan. Para combatir tanto leonesismo nacionalista, Rajoy elige la palabra avatares, que es más culta, más difícil y más objetiva. Rajoy trata al idioma con respeto y distancia, más dado a avatares intelectuales que a andancios de años y leguas, y cito a Gabriel Miró. No me extraña la certeza del señor Rajoy, que tantos avatares ha vivido en la política, que haya elegido esta palabra sin darse a casticismos sino, como diría José Antonio Marina, a Juan Ramón Jiménez: «Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas». O, de repente, Rilke: «Oh rosa, pura contradicción, sueño de nadie bajo tantos párpados». Con un juglar que lo cantase tendríamos tema y andancio para toda la legislatura de ZP. Esta dedicación del presidente al castellano más singular y nuestro es como una respuesta a todas las comunidades que pretenden reinar desde Madrid. Los del 98 no salieron nunca de la Puerta del Sol, donde esperaban a que Esperanza Aguirre inaugurase un Metro que les llevase a casa a comer con la parienta, tío. Y los del 27 no salieron del Lyon, donde se iniciara la monumental Enciclopedia de Cossío Los toros, que ahora edita y reparte este periódico. Y éstos son los avatares del andancio. Rajoy queda como escritor de avatares cultos mientras andancio es palabra del pueblo, muy socialista. A ver si votan todos en andancio. El pueblo, cuando acierta, nunca se entera. El pueblo es tiniebla de luz que nos acierta a todos.