Artículos Francisco Umbral

De Cármenes, Natalias y surrealismos


Lunes 18 DOÑA Carmen Romero, cuando la victoria socialista del 82, prometió que ella nunca iba a participar en mesas petitorias (y mucho menos presidirlas), de ésas que estimulan la caridad vistosa, elegante y gráfica del personal en favor del cáncer, de la rosa, de los «niños pobres/niños algo», que diría Bardem, de la Cruz Roja o los plurales y amenos rastrillos. Doña Carmen se va de la Moncloa habiendo cumplido su palabra: «Es lamentable que la caridad intente lo que tendría que hacer la justicia». Sabias palabras de la dama socialista. Ella cumplió, en efecto, pero no así su marido ni su partido, que a veces han rozado el peligroso y ambiguo mundo de la caridad, pero se van del poder dejando a medias, sólo a medias, la obra de justicia, igualdad y reparto que de ellos se esperaba. Ahora que vuelve la España de las mesas petitorias, o eso parece, es bueno recordar las limpias y sensatas palabras de Carmen Romero. Ella al menos ha cumplido. #Martes 19 LOS dibujos de Cristino de Vera en el Reina Sofía. Es bueno y confortativo, a esta edad, ver cómo se les hace justicia a los viejos y meritorios amigos con quienes un día compartimos derivas de vino malo y amores entredudosos. El arte de Cristino está entre Zurbarán y el puntillismo. Su vida está entre el amor y el Rastro. Llevo más de treinta años viéndole por las esquinas temblorosas del atardecer, contra el crepúsculo lívido y municipal de farolas de gas, esperando a la amada mal vestida, que siempre es otra. «Qué mayores nos hemos hecho, Paquito, hijo, Paquito». Cristino es un canario genial y entrañable, un monje miniador de calaveras diurnas, que luego sale a vivir la noche y beber vino aguado de soledad. Los domingos almuerza en el «Club 31», solitario o acompañado de alguna dama. Y ahora, de pronto, ya está, Cristino de Vera es un clásico y expone en el Reina Sofía. La vida, a veces, como por casualidad, acierta con la justicia. El Zurbarán sentimental de mi generación sigue siendo un golfo, pero, a partir de ahora, un golfo museable. #Miércoles 20 BARCELONA. Saludo en Planeta a José Manuel Lara Bosch, mi amigo entrañable de los viejos y buenos tiempos. Recordamos cosas. Almuerzo en «La Dama» con Ymelda Navajo, Sylvia Bastos, Tony Munné, Ana Gabín y el director literario de Planeta. A uno le parece que en Madrid se ha exagerado algo con eso de la inmersión lingüística, el fundamentalismo catalán y el pujolismo rampante. No he visto por la calle ningún «extranjero» inmerso ni a punto de ahogarse en seco. Cojo un coche y el taxista es de Salamanca. En un bar de las Ramblas hago amistad con un barcelonés castizo: «Puede usted seguir veraneando en Sitges, señor Umbral; ahora está lleno de maricones, pero son extranjeros y no molestan». #Jueves 21 CUANDO las elecciones, mi amigo Raphael metió un pie en Linares, su pueblo. Aquí dejamos constancia y procuramos hacerle reflexionar. Pero la mujer de Raphael, Natalia Figueroa, escritora, estaba apalabrada para dar el pregón de las fiestas de Linares, en agosto, y ahora medio pueblo, o todo, se ha levantado en armas dialécticas contra la ilustre y frustrada pregonera. Frustrada porque la vetan, en vista de las ideas de su marido. Comprende uno que quizá no era el momento, pero una revancha que dura de aquí a agosto es demasiada revancha contra una dama que sólo es «culpable» conyugalmente. Las dos Españas vuelven a encampanarse en Linares, como en toda España, y el resultado de las elecciones ha sido una foto de cuerpo entero del pueblo español. Izquierda/derecha simétricamente. O sea, condenados a entendernos, porque estamos un poco mayores para otra carlistada, y con todo ese colesterol. Los sociólogos no presentan otra explicación que eso del «voto poroso», que suena a receta casera y botica antigua. En esta España tienen que caber Carmen Romero y Natalia Figueroa. Y, por supuesto, todas las Nurias y Montserrats. #Viernes 22 UNA famosa firma de máquinas de escribir quiere entrar en contacto conmigo como hombre que jamás ha pasado a mayores tecnologías. Me informan de que se están volviendo a vender muchas máquinas de escribir clásicas, con lo que espero que, al fin, se elevará un poco el nivel de la actual literatura española. La novela de ordenador, denunciada por Miguel García-Posada, o la novela/internet, postulada y ejercida por Mabel, ceden ante la vieja y entrañable herramienta de escribir bien. Cervantes, hoy, hubiera escrito el Quijote en una olivetti portátil. #Sábado 23 EL Nobel mejicano Octavio Paz saca un libro, «La estrella de tres puntas», donde reúne todos sus escritos sobre el surrealismo y André Breton. «El surrealismo resurgirá porque ya es una tradición de nuestra cultura», ha dicho Paz en ABC. El centenario de André Breton justifica y explica todo esto que no tiene nada de utópico. El surrealismo ni siquiera necesita resurgir, porque nunca ha muerto. Todo el arte y la literatura de este siglo viene a ser una suerte de surrealismo aplicado, desde las novelas de García Márquez y los poemas del primer Cernuda hasta la pintura del realísimo Antonio López, en la que encontramos niños caminando por el aire o alacenas donde habita el misterio. Eso que hoy llamamos realismo mágico no es sino la descalabrante realidad mostrenca redimida por un ensalmo surreal, por un toque de sombra y posibilidad que abre la creación a sus dimensiones interiores y a la perdurable sinestesia del mundo. Desde el ballet de Pina Bausch al cine de Gonzalo Suárez, el surrealismo nutre y explica la sensibilidad onírica y arriesgada del siglo. Se habla poco del surrealismo como se habla poco del oxígeno, porque es, sencillamente, lo que respiramos. Sin el surrealismo latente estaríamos aún en Balzac y Galdós, aquellos pesados.

Comparte este artículo: