Artículos Francisco Umbral

Franco, masón


Con motivo de la muerte de Javier Tusell y de la publicación de algunos libros se ha vuelto a insistir sobre ese tópico dudoso de la masonería de Francisco Franco. Mientras el llamado Caudillo no cesaba de predicar en sus discursos contra la masonería, involucrándola con los judíos y el marxismo, en la calle seguía vivo el rumor de que Franco era masón y por eso aguantaba tanto en el poder.Pero lo cierto es que con la muerte de Franco y la apertura del Sistema a todos los cultos, incluso a los más herméticos, como el masónico, se comprobó que aquellos señores ya no tenían tanta fuerza como se había dicho y que los ritos geométricos de su religión, digamos, hacían sonreír a los españoles. Pero toda la leyenda masónica tenía un origen práctico y una realidad efectiva. Las sociedades, antiguas o modernas, necesitan siempre un poder en la sombra, un contragobierno, una monarquía de espectros tan eficaz como la propia monarquía. El pueblo español, muy aficionado a truculencias, fue creando, activa y pasivamente, la leyenda masónica. Algunos Papas, algunos jefes de Estado, algunos generales, fueron perseguidos toda la vida por su leyenda masónica, que en algunos casos era más que leyenda. El político más importante del siglo XX en España, don Manuel Azaña, es el que presenta un perfil más acusado de masón. Y sin embargo, cuando Azaña llega al poder militar como ministro de la Guerra, en el país hay 17 capitanes generales. En unos meses, Azaña los deja en cuatro. Ahí perdió la Guerra Civil, claro. Aunque Azaña estudió la ciencia militar en Francia y no era precisamente un discípulo ni un precursor ni heredero de Clausewitz, no se comprende una política militar tan cruda desde el punto de vista masónico. Lo que sí es cierto es que todo arzobispo, general, banquero importante, etcétera, fue tentado entonces por la mano de sombra de la masonería. Frente a los políticos democratizados con un estilo un poco salvaje, la única defensa del Poder doméstico era el otro Poder, el que hemos llamado Poder en la sombra. En aquella España, aparte de ser estudioso, había que tener un enganche con los jesuitas o con los masones, y había quien tuvo los dos enganches a la vez. Digamos, esquematizando, que España se dividía en jesuitas y masones. El resto eran funcionarios galdosianos, como apuntábamos aquí la otra mañana, y menestralía de castañuela y corrala. El furor antimasónico de Franco bien pudiera ser la furia del converso, aunque la verdad es que este general, como otros gallegos, jugó siempre a cimentar y solventar su independencia personal, mientras se entendía con unos y con otros y no denunciaba a los masones por peligrosos -que ya no lo eran-, sino porque los masones le denunciaban a él. Así, tenemos que los dos hombres más poderosos del siglo XX en España, Azaña y Franco, conllevan una leyenda masónica que en aquel momento disfrutaba o padecía cualquier personaje mucho menos relevante. La muerte de Tusell me ha devuelto a la memoria el tema franquista por excelencia, o sea su virtual masonería, tan contradictoria con su actuación de gran dictador.Cuando el franquismo se solidificaba como Sistema, Eisenhower y De Gaulle visitan a Franco y lo consagran políticamente. No sabemos nada, pero las grandes sectas internacionales siguen siendo una mano de sombra.

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