Artículos Francisco Umbral

Valery


Lo dice Paul Valery y lo he repetido mucho: «la sintaxis es una facultad del alma», lo cual les sirve luego a los estructuralistas para montar todo su estudio de la obra literaria sobre clave sintáctica. Bueno, pues aquí nuestro ministro de Interior, señor Corcuera, ni ha leído a Valery, ni frecuenta la sintaxis ni esta facultad figura entre las de su alma esforzada de electricista, de currata reconvertido al servicio de la represión.

«Los agentes podrán instar a quienes no pudieren ser identificados por otro medio a ser acompañados a dependencias próximas por el tiempo imprescindible». Mientras Carmen Romero mima caprichosamente a 150 novelistas inanes y traduce algunos poetas italianos perfectamente prescindibles, sería conveniente que el presidente y la presidenta, con delantalitos blancos, como los lagartos de Lorca, recibieran de una puta vez a Cela, a ver si les daba algunas sesiones de sintaxis, con o sin Valery. Para Cela, también la sintaxis (y sus heterodoxias) es una facultad del alma. Por eso ha premiado el otro día en Padrón (democráticamente) a un maudit joven y ex/cura como Ramón Irigoyen, que sólo utiliza su lontana sabiduría griega, como el propio Cela, para profanarla. «Los agentes podrán instar (...) a ser acompañados a dependencias próximas por el tiempo imprescindible». Instar es persuadir, pero no con pistolas, como la pasma. Lo de las «dependencias próximas» es de una vaguedad que queda lírica en las novelas de Hammet, con todas las capillas de la noche, pero que no se ajusta a reglamento.

El sujeto estará detenido «por el tiempo imprescindible». Aquí pasamos de Hammet a Kafka. ¿Qué es el tiempo imprescindible, es prescindible el tiempo, a qué tiempo se refieren, el de Einstein, curvado, o el de Marx, lineal, o el de Heráclito y Nietzsche, circular? La ley no lo explica. Lo cierto es que tenemos una nueva ley represiva que, socapa de perseguir toxicómanos, nos va a acollonar (verbo de Ansón) a todos los españoles. Franco se sacaba también muy buenos trucos para controlar al gentío mediante apelación a la legalidad. ¿Este es el socialismo que abolía las leyes antidroga y traía el carro de heno de la libertad, en el 82, con Ana Belén encima, eucarística y lírica, como en «Divinas palabras»? Esto es un cachondeo que tira ligeramente a siniestro. Uno le perdona a Corcuera esta ley franquista (que Franco no dictó nunca), uno le perdona a Corcuera estas cosas y otras porque es un compa y porque el Gobierno está en crisis interna permanente (y el partido), mucho más allá de las crisis oficiales y protocolarias, donde Solana aprovecha para hacer un poco el gilipollas y moverse en la foto. Uno se lo perdona todo al compa Corcuera, menos la sintaxis, la mala sintaxis, la falta de sintaxis, Corcu, cuerpo. «Ni derecho ni gramática», titulaba este papel. Ni razón ni sintaxis, que son dos categorías más esenciales. Recuerdo incluso cuando admirábamos los bandos absolutistas de De Gaulle, por lo bien escritos. De Gaulle escribía casi tan bien como Mitterrand. El pentecostés de la lengua sólo se ha parado, en toda la cristiandad, sobre cabezas francesas (de ahí la aberración postmoderna de leer tanto anglosajón).

Yo puedo soportar a un policía como Franco siempre que sus escribanos le redacten el tema correctamente. Yo lo que no puedo soportar es a un policía como Corcuera, que ha sido proleta (y yo, no te jode, y escribo decente) que me detenga mediante un bando mal redactado. Max Estrella (Valle-Inclán), cuando le detienen los golillas les pregunta por los cuatro dialectos griegos. Era su arma. La mía es Paul Valery con su definición de la sintaxis/antisintaxis como «facultad del alma». Admito ser el rehén de la brigada de estupefacientes. Me niego a ser el rehén de una mala prosa.

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