Artículos Francisco Umbral

Maravall


La Historia no tiene leyes, pero tiene nombres propios. Un grande y largo proceso histórico, glorioso o miserable, se coagula de pronto en un nombre propio, cristaliza en un personaje que no es sino el final de la serie. Así, la larga decadencia de nuestro imperio se coagula de pronto en un hombre del XVII, el de Olivares (por la poderosa incriminación de Quevedo). Así, el afrancesamiento (europeización) de España cristaliza en Carlos III, para bien, y en Esquilache, para mal, por culpa de un motín. Y en este plan.Maravall. El problema de las primeras (y segundas) letras viene en España desde el Dómine Cabra, cuando menos, pasa por Orovio e Isabel II, hasta coagularse en Maravall. Uno lo tiene muy escrito: el Poder siempre atiende más a la Cultura, ritualizada y mayúscula, hinduizada, que a la Educación, porque la cultura estatal se convierte mecánicamente en propaganda, en tanto que la educación es una larga tarea sin lucimiento inmediato para ningún político. Formar a un niño pelón o melenosito, desde los palotes al kairós de Pániker, ese indio griego y fascinante, cuesta mucho dinero y mucho tiempo, como cuesta hacer una autopista: por eso, Franco las empezaba y las dejaba a los cinco kilómetros. Ramón Tamames tiene echada la cuenta a lápiz de lo que costó a España cada bala disparada en la guerra civil. Pero no sabemos lo que nos cuesta cada niño alfabetizado.



 



Por otra parte, las cuestiones nacionales no resueltas a través de los siglos pasan de querellas a leyendas, y ahí está la leyenda del "maestroescuela" ("más hambre que un maestroescuela"), arquetipo casi cervantino de la indigencia educacional española. Maravall, a quien admiro desde el magisterio de su padre y desde su propia sagacidad, no ha advertido, ni ahora ni cuando las huelgas estudiantiles del otro invierno, que, más que a una reivindicación salarial, se está enfrentando a una ancha y multisecular franja de la picaresca española: el maestroescuela y su burla. Maravall se está enfrentando a un género literario que fue poderoso en Europa y a otra leyenda española, quizá más ominosa que la negra: la leyenda gris de la mediocridad cultural. Uno tiene muy escrito, repito, incluso en este papel, que lo que se hace por la Gran Cultura (Fuentes, Octavio Paz, la ostia) es política inmediata, recuperación del enemigo, entrada de cadáveres galvanizados por Cartagena Largo Caballero, rojos con chistera y todo eso. Pero lo que se hace por la educación minúscula (enseñanzas primera y segunda) no da rendimiento hasta dos generaciones más tarde. Y ningún proyecto político, ni siquiera el del PSOE, trabaja a tan largo plazo: "A lo mejor ese beneficio lo recogen otros". Maravall, heredero de la recamada y grandiosa cultura de su padre (ya sé que no hay que meter a los padres en esto, pero uno es un heterodoxo del columnismo), no ha entendido que se enfrentaba a la leyenda gris, leyenda de doble filo, porque va del maestro que a mí me retorcía las orejas, don Gonzalo, que se peinaba como José Antonio, a don Antonio Machado y Torrente Ballester, pasando por Gerardo Diego.



¿Es que una enseñanza libre, estatal, que ha tenido en su nómina a tal gente, no merece otra atención? Maravall, como casi todo el equipo gubernamental del PSOE, está haciendo una política generacional y halconera (la generación de Felipe), altiva, que viene a regenerar España y se manifiesta incapaz de suprimir el viejo arquetipo negativo del maestroescuela hambreado. Maravall, amor, os falta sensibilidad histórica en general, pero esto es menos perdonable en ti, que vienes de grandes maestros de la Historia. I'm sorry.

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