Artículos Francisco Umbral

El vino


"Le han quitado el derecho que tenía / este vino a cruzar por nuestra pena", escribían Eladio Cabañero/Juan Alcaide, mediado el siglo, cuando todavía no éramos posmodernos ni posnovísimos ni nada. Cuando no éramos más que españoles. Estamos promediando el otro medio siglo y lo del vino sigue igual, salvo que va para peor, o sea que el vino está hecho un hombre, hecho todo un Domecq, el tío, muy puesto, como un Garvey, parando en el sitio a los parados.Por la televisión han echado La espuela. Lo que hay que leer de la novela correspondiente, del sevillano Manuel Barrios, que dedicó o dedica su narrativa a contarnos el imperio andaluz de la espuela, como estrella única en la bandera genealógica del vino. Pero también puede leerse a cronistas menos sociales (mi adorado Juan Cueto acaba de anular históricamente lo social como abstracción, cuando de ello y por ello comió nuestra conciencia tantos años, y te juro que era concreto, Juan: hasta te lo pagaban los periódicos). Y me remito aquí a Manuel Halcón, nada sospechoso de nada, o a don Juan Valera, si se le sabe leer, o al nerudiano Estatuto del vino. "Le han quitado el derecho que tenía...". Les han quitado todos los derechos, a los hombres del vino, a los trabajadores jerezanos, el vino es la bandera de los que hacen el vino, tan extensa y elocuente, o el vino es el mapa andaluz de una provincia que añadir a Andalucía, de un feudalato que añadir a España, de una heráldica que tiene su ciudad sagrada en Jerez y su rubia dinastía por el mundo. El vino da para todo y para todos, mas parece que no, que el vino está muy hombre y prende guerra.



Cardenalato del vino, cartografía vinaria (y binaria) de Jerez, aristocracia de bodega que puede con Madrid y con el PSOE. Lo más que hacen los gobernadores del ramo es organizar convoyes con escolta policial y practicar "incluso detenciones, si es necesario". Detención de los dioses populares del vino, claro. Ay Mariano Baquedano, ay regidores civiles, y lo mal que estáis llevando la cosa. Ay de ti, de mí, Carmen Ynfante, de aquellos nuestros amores imposibles, niña huida del Jerez de hierro y vino hacia París de la France, niña que me estás pintando un desnudo para tu "galería de chulos", carta te escribo aquí para que sepas que "le han quitado el derecho que tenía este vino", etcétera.



Los trabajadores, en defensa de su pan y de su vino, cortan el tráfico en las carreteras (escribo a tres días de distancia). "Fedejerez", que de esta manera espantosa se llama la patronal del vino, maestro Lázaro (Marías se rebelaba hace poco contra la castellaniz ación güisqui, razón que le sobra: olvidemos el jeriñac de Pemán), Fedejerez, en fin, sector vid, incoa expedientes a los huelguistas. Sólo los cultos incoan. Los obreros del vino no saben incoar. Ay de ti, Luis García Ruiz, que despides a gente por la pérdida de horas y cosecha. Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, se ha posicionado ante la huelga (así hablan/actúan, maestro Lázaro), y los viticultores escribieron a González porque les haga justicia. Bordeamos ahora toda la puesta en alza del campo andaluz, que la crónica debe tener un solo eje, nos quedamos aquí, Jerez, cosecha, provincia que añadir a Andalucía, con bandera propia, casta y clase. El vino está muy hombre, en el Sur hondo (Surhondo) y le queda lejos la Constitución. Los reyes con espuelas del vino viven su propia monarquía. Ni Pruna ni Cañamero ni Casero. He visto este verano aquel Jerez de Carmen Ynfante. Y he comprendido por qué se fue.

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