Razón y fe
La inesperada pandecta del presidente Zapatero, aprovechando la concentración mortuoria del señor Polanco, sigue fiel a un sistema noticia/noticia que ZP inventó hace mucho y que en él suena a urgencia periodística o a susto social. Así, el señor Zapatero se beneficia de una espectacularidad periodística y de una permanencia que la actualidad le confiere. En estos días, el fallecimiento de Polanco ilustrando la última noticia de ZP, que le sale gratis a él y a la Iglesia. La denuncia de nuestra Iglesia como autoridad primaria o secundaria es cosa de una obviedad absoluta, que pretende disparar con escopeta de dos cañones contra la presencia eternal de los curas en España. Lo que no entendemos bien es el sensacionalismo de esta denuncia, siendo así que los curas y obispos se mueven desde siempre a nivel de magisterio absoluto. Zapatero sabía que iba a dar un escopetazo a la España católica y ha aprovechado para dar otro escopetazo al catolicismo rampante, recaudando votos litúrgicos e insospechados entre lo que es mero costumbrismo religioso que a los católicos tradicionales ya les aburre un poco. Hay una España agnóstica y cañí que es tan perpetua como la otra. Nos falta chapodarla un poco en sus añosas tradiciones para que crezca como entidad humana y social en el anverso de nuestro vivir. El presidente ha tenido el acierto de denunciar esa España, y un segundo acierto que consiste en hacerlo ante el auditorio fúnebre de un español numeroso a quien algunos consideran ejemplar. Su último gesto senatorial se produce así como una noticia del más allá y como un aviso de aquí mismo. Todo ello, como ven, puro oportunismo, que es la música favorita de este político. La vibración, el temblor de la muerte inmediata de Polanco, dramatiza los hechos y autoriza las licencias avisando a la Iglesia de que después de la homilía está el pecado mortal y después las elecciones generales, o sea la mística democrática que iguala la recogida del voto con el sacramento de la Comunión. El señor ZP no se sabe si pretende desalojar de la vida española una religión costumbrista o, por el contrario, pretende erigirse en el Papa laico de los españoles, que también han negociado una tregua con la España atea y la están disfrutando, como nos documenta la prensa diaria, con sus tangas y desnudos clamorosos. Pero no sólo es el sexo. Zapatero, en su revisión cotidiana de lo que pasa y lo que va a pasar, ha decidido volver, como sus antepasados, a «una de las dos Españas», que es la que ha de helarnos el corazón, con garantía lírica de don Antonio Machado. Nuestro presidente parece decidido a asumir toda España como garantía ante el futuro de que se va a quedar con ella. En todo caso, ZP se ha inventado una nueva autonomía, que es la autonomía religiosa, de la que espera obtener mucho beneficio espiritual y mucha autoridad para seguir mandando en nombre de todos, o sea en nombre de las divinas palabras de Valle-Inclán. En un verano de fiesta numerosa y pecado por libre, tenemos un presidente político que se va a atrever a pasear por las playas y las orillas del pecado como Ratzinger pasea por la mar mística proclamando la unicidad de Dios. En ambos, igual manera de hacer y deshacer.