Artículos Francisco Umbral

40 grados


El otro día hablábamos aquí del tiempo. Quiero decir del tiempo metafísico, del tiempo sin tiempo, de nuestro tiempo, que ya no es tiempo sino memoria y desmemoria. Este año el protagonista es el buen tiempo, el que nos traen los hombres del tiempo, que siempre es malo, porque si es bueno ya no hay noticia. Estos meteorólogos son estrellas de la televisión y gracias a eso sobreviven. Estamos ya a 40 grados, según esos señores. Somos los metafísicos del clima y sólo nosotros sabemos el tiempo de hace mucho tiempo. A medida que hay más demanda de buen tiempo en la calle hace mejor. El planeta se caldea y late en mil hogueras de fiesta, en mil fiestas que ha imaginado el hombre a través de los años. Hace buen tiempo porque alguien lo pide. Si luego resulta que el buen tiempo es excesivo, allá él. El clima se ha convertido en un artículo de consumo, el último que nos quedaba por comercializar. Trasantaño, el buen clima se despachaba con una sangría, una limonada y un botijo. Ahora le echamos más cuento al tema y los periódicos dan como noticia lo de los 40 grados a la sombra. Madrid, que es muy temporero, despacha la cosa con una terraza de verano por donde pasa el tiempo como un pasatiempo. Fernán-Gómez nos lo contaba hace poco por televisión. Fernando, que no ha vivido mucho la vida sino la mala vida del cómico. De noche vivió un día apócrifo y de día vivió el cuerpo de una mujer. Madrid es muy madruguero y muy noctívago, pero también es audaz y en tiempos se metía bajo el Viaducto a bailar con cualquiera aquellas noches sin noche porque eran la misma cosa que el día. Madrid ha vivido de día las mejores noches que no ha vivido. Ahí quedan las terrazas de Recoletos, de Rosales, del Café Gijón y las traseras del primer rascacielos de Madrid, que es un rascacielos para el ocio que da la espalda al beocio. Los 40 grados de este año se anuncian como otro terrorista, y quizá lo sean. Cualquier cerilla que se prenda del Palacio Real para abajo quedará como una llama de la revolución, porque el tiempo ya sólo nos habla del miedo. Con el mapa del tiempo debieran darnos todo lo que arde en la calle y el pueblo. Al Generalísimo, que lo controlaba todo, sólo le faltó añadir en sus discursos patrióticos esta nota: «Y además hará buen tiempo». Los meteorólogos de la nostalgia saben ya cuándo y dónde va a llover o va a arder el biquini de la vecina. Sólo una vez al año extenderemos sobre el mapa esa bandera tan patriótica que dice así: «Buen tiempo en toda España». Porque el ciclón y la llama han aprendido el camino y ayer ya amenazaban con el chapapote en las islas. En Madrid se está haciendo una política de violencia y caos. En provincias, para terminar antes, se hace lo que venga. Los políticos sólo conocen el campo de cuando se quema algo y todos suelen repetir a la vuelta: «Ya lo dijo Baudelaire, aquí en el campo no hay más que verduras consagradas». O sea, lo de toda la vida. Los ministros no van al campo porque lo encuentran poco intelectual. Sólo va el señor Rajoy y lo está pagando caro. Los otros son ministros urbanos porque un ministro campestre cobra en seguida mala fama. Y si no miren ustedes los de la Casa de Campo, que les vemos ya como si fuesen hurgamanderas.

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