Artículos Francisco Umbral

Julio


Ha entrado julio con su carta verde, con su mensaje tenue que mueve todo el cielo, somos como el dominio de lo azul, pasamos por un cielo ya maduro que canta entre los mundos poderosos y deja su mensaje vecinal a la puerta frondosa de otro mes. Siempre nos pilla el año en estas cosas, en el trajín alegre de otro día, y me siento a escribir alborozado mientras muere un caballo o una dama con el ademán bello de lo equino. Anda trepando julio, mes maduro, por las tapias de luz que dan al río y unos golfos alegres, venturosos, se adornan con la ropa de los bosques. Hay como un carnaval de cuando entonces, y todo es primavera y organillo. Ya lo desconocido hace distancias allá donde miramos lentamente. Sólo vive a lo lejos una bella que se mira infinita a nuestro paso. Julio anda demediado, inventándose hogueras del estío, pero el estío es más fuerte, más de antaño, no escribamos aquí el mes de agosto. Hay mucho que decir de aquel gran mes, cuando los peligrosos hombres rubios se pasearon a pie por media España. No recordemos ya, innoblemente, un dieciocho de postura erótica. Por entonces España era otra cosa, por entonces España era más libre. Y nosotros mandamos a morir al errático y desnudo Federico. La avilantez pasó por muchos meses y la plebe fue un lienzo ensangrentado. Pero no hablemos más de nuestras cosas cuando las cosas son un gran silencio. Pero no hablemos más de lo que hablamos porque pronto se pudren las palabras. Somos tan sólo lo que bien callamos. Ahora sólo se escucha nuestro grito. Así escucho mi voz que huele a nardo, y ahora escucho una flor que ya no huele. Sigamos el camino de las gentes que se hacen una casa y luego un puente. No sabemos si tienen una gran casa o un puente que se baña en muchos ríos. La inundación de agosto es la de Heráclito, Heráclito el oscuro, mes de agosto, un haz de ríos en los brazos de julio, tan confuso, confuso de fluviales lazarillos que llevan hasta el mar tanta palabra. Un río es un calendario que florece, un río es un viejo libro que navega, es un ramo de luz que viene y pasa. El silencio de Dios se mira en ríos y el mar de Dios no es mar porque regresa. Pescadores de río somos nosotros que contamos el nombre de la estrella hasta conmemorar otro paisaje. De la estrella recuerdo a Rosalía, una niña con nombre de pecado. De la estrella repito una gran luz. Me quedaré a vivir entre la fronda azul que dije antaño. Hay que levantar piedras en el tiempo para hacer una casa, porque la casa es piedra y no otra cosa y se levanta sólo con paciencia. Las muchachas pacientes ya lo saben y van gestando un río entre sus piernas. Es el río permanente de la vida, el riachuelo golfante de la muerte, que va entrando en nosotros mes a mes como este mes de julio que ahora suena en la copa feliz de tanto río. Hay diecinueve de julio, no dieciocho, que canta como un mes en cada pueblo con su lavandería de jabones. Hay lavanderas, luego milicianas reconquistando el aire de la tarde, cuando ya todo es paz, la vieja paz que trae los campanarios más usados.

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