Bailando con Espe
Esperanza Aguirre, bailando con su futuro, ha caído sobre Navarra y abre sus alas domésticas para recordarnos que ellos triunfaron domésticamente allí cuando metieron, de cuña familiar, a Rodríguez Sahagún, lo cual es como gobernar con la nostalgia, cosa que no nos parece buena, pero la gran Mariespe es capaz de todo. Ahora, con motivo de la cosa municipal, invoca al remoto Rodríguez Sahagún, que aportó una gran ventaja al equipo madrileño. Pero hay otras cosas que también son innovaciones de Mariespe: por ejemplo los otros Sanfermines que se hacen en Alicante o por ahí. Y es que yo veo a mi amiga Mariespe revolucionando el tranquilo mundo pamplonica a fin de sacar votos de todas partes, allá para las elecciones. Y se me ocurre a mí que no es lo mismo un toro que un concejal, y no digamos un alcalde. El planteamiento general de Esperanza consiste en enriquecer la populosidad de aquellas gentes, aunque sea a costa del gran David Gistau, que ha andado por allí. El nuevo periodismo y la vieja política podían encontrarse pronto a la sombra de San Fermín, pero uno ve en tal operación cierto exceso de optimismo. Quiero decir que un alcalde no es nunca un toro bravo como los que ahora se tiran al agua marinera de levante imitando al inimitable mar peninsular. Esta condena del buen toro ya condenado es un mal ejemplo de la barbaridad de España. Acabaremos bailando con lobos como en las películas. Hay costumbres bárbaras en casi toda España, pero nunca se había llegado a esto no ya de tirar los toros al agua sino de enseñarles a que se tiren ellos con la esperanza de salir un día concejales después del baño salutífero y cristiano. No, Esperanza no ha llegado a eso ni bajo el optimismo macho de David Gistau, pero su ímpetu electoral puede llevarla muy lejos. Esta mujer es un tornado y si encima le pones una victoria sobre los mozos pamplonicas, no se sabe cuántos votos puede acumular. Allí estuvo Hemingway y más abajo Tierno Galván. La intervención intelectual e irónica de Tierno nos salvó de meter toros en la Casa de Campo y de tirar cornudos a la fuente alfonsina del Retiro. Tengamos en cuenta que hoy no se dispone de un Tierno Galván que vaya a San Fermín a matar con la inteligencia la España difícil de Navarra. Pero la invocación de Rodríguez Sahagún nos ha motivado la de los toros levantinos, que aprendieron a nadar en unos minutos, lo justo para voltear al mozo y que su novia le viera bailando con toros, que es una cosa que da muchos celos. Los cuernos siempre tienen algo que ver con los más delicados sentimientos. Uno lo lamenta, pero el ímpetu festivalero, democrático y electoralista de Esperanza Aguirre puede llegar muy lejos y arrastrarnos a nosotros al delirio taurino. Yo ya me he tocado con un pañuelo rojo de San Fermín, que es el primer aviso de peligro. Pero eso no significa nada al lado del uniforme completo de los mozos pamplonicas, que antes tenían la mili para desfogarse y ahora sólo tienen las carreras a pie enjuto por las vías de la población. No es el momento de decir que los Sanfermines son un poco demasiado rudos, porque esa rudeza ya la han superado los otros mozos, los levantinos que tiran toros y ahora van a empezar con vacas, que dan más risa.