Artículos Francisco Umbral

Caballero Bonald


José Manuel Caballero Bonald es lento como un regreso. Ahora regresa menos porque tiene más que hacer en Madrid. La Academia, el Círculo de Lectores, todo eso. Hay una lentitud en la obra de los poetas andaluces que se expresa como perfección y esmero. Pepe Caballero me envía ahora su último volumen, una Summa Vitae que se estaba viendo venir, pues él es caballero de lentitudes, de acuñaciones esmeradas y, por otra parte, las cifras de una vida le van apresurando en la recolección de sus poderosas distancias. Esta Summa Vitae es una antología poética que se yergue en 1952 y se cierra en 2005, con selección y prólogo de Jenaro Talens. El Círculo de Lectores es algo así como el andén andaluz de este poeta que nos visita dos veces al año. Sólo una vez de mi vida tomé vino con uno de los grandes poetas del Sur. Pero me bastó para observar ese encendido silencio que es la mística de Andalucía y la decencia de sus poetas. No podría decir ahora si alguien ha estudiado la misteriosa coincidencia de los poetas andaluces con la verdad cuidadosa de sus versos. De Juan Ramón a Machado, todos aquellos hombres practican la palabra hermética, la belleza verbal, el silencio de los siglos. Algún estudioso sí que nos ha aleccionado con el silencio comunicativo de los poetas andaluces, que son los poetas esmerados, infinitamente lentos, como hemos apuntado en un principio. Se deducen muchas cosas de estas anotaciones, que pueden llegar hasta América, y por supuesto que llegan, pero la verdad es una constante que denuncia a mis admirados sureños, y para explicar esto bastan unos cuantos nombres, Neruda, la escuela cordobesa, Aleixandre y Cernuda, etcétera. Todos estos y otros son fanáticos de la palabra, y muchos de ellos prefieren la palabra prosaica a la palabra lírica, porque con la prosa hacen su lirismo nuevo y elocuente. Federico García Lorca es así como más andaluz que ninguno, no por palabras insólitas sino por el espacio de inmensidad que abre ante sí y ante su poema. Pero todos son igualmente líricos y este lirismo es el acento circunflejo de Andalucía. Caballero Bonald elige a veces un repertorio de palabras prosaicas para expresar una tristeza lírica, del mismo modo que elige un vino como expresión de otra tristeza. Parece como si el poeta amigo quisiera quedar de triste y enfermo, pero queda mucho más allá de lo que pensaba y su vino se entristece en la bandeja como la plata. De sobra sabemos de qué nos habla ese vino. De una mujer, de otra, de Jerez, de nosotros mismos. Caballero Bonald es el anti-Alberti de Andalucía. Alberti quiere decirlo todo y Caballero callarlo todo en sus silencios fastuosos de amor, de sangre, de tiempo, de viaje. Caballero es el poeta expresivo que todo lo calla. En él escuchamos la voz de Juan Ramón, pero herrumbrada. No es un poeta juanramoniano pero sí lo que resulta después de herrumbrar a Juan Ramón. A mí me dijo una vez: «Todo lo que pones en tu libro es poesía, menos las dos páginas que haces en verso». Esto podría decírselo Caballero Bonald a todos los poetas españoles, castellanos, que hacen, sin saberlo ni quererlo, los Cuadernos del Matemático. Sólo él podría contrastar con todos los otros poetas andaluces y seguiría siendo el más lírico y, lo que es difícil, el más áspero de voz y el más lírico de intención.

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