Dejar la política
Ahora, a finales de junio, el país está arrasado por un fuego no terrorista ni político ni nada, sino un fuego psicológico que está llevando los políticos a las playas calientes de la vacación y la sorpresa. Se trata de dejar la política a consecuencia de la mala suerte que estamos disfrutando todos en un incendio, una riada o un rascacielos en venta, como el que prendió una cerilla en el arranque de Azca y que, con eso de que la gente ya no fuma, sigue sobredorando los paisajes madrileños. Yo tengo ya una colección de políticos chamuscados y elegidos mayormente entre los que más me gustan y mejor arden. Empecemos con la buena nueva de Bush, que arde con mucha simpatía y sin dejar la pucha del ducho. A Bush hay que reconocerle un valor a pesar de otra cosa. Lo que no se le ocurre a Bush es llevar su apañito de dólares a Wall Street para meterlo en la hucha de barro mejicano. O sea que el vaquero guarda las formas. Nuestros políticos son ya otra cosa. Rato, Rodrigo Rato, abandona ese panal de dineros internacionales que es su despacho multieuro para dedicarse más a sus niños, aunque de su señora no dice nada. Es un marido de ida y vuelta. Conocí bastante al padre de Rato, que siempre me ofrecía el coronelato de sus cadenas de radio, pero le fallé varias veces y aquel señor, que era de armas tomar y recibir, me dijo un día: -O sea que a usted le importa un huevo mi radio, mis canales, mis negocios. Y me colgó. En buena hora, porque detrás vendría el niño Rodrigo con una facultad numérica arrasadora, y me lo encontraba yo en algunas casas exquisitas y en los periódicos de Madrid, dando conferencias sobre la peseta en calderilla y el duro de níquel. El amigo Rodrigo es el Mago de Oz de la moneda europea y de la moneda callejera, sencillamente. Rodrigo Rato, que tiene algo de Rodrigo de noche, sale por las mañanas, muy tempranero, a comprar los periódicos, que yo mando a mi señora a lo mismo y comprendo a este castellano de la Castellana madrileña, a quien Dios le ha quitado el pelo con impaciencia divina, y él lo ha conservado entre trapos y salmón. Los financieros van a notar la ausencia de este compadre que quiere dedicarse a sus niños mayormente, pero no oculta el tirón eléctrico y telefónico que le hace saltar de la cama por las mañanas para aprenderse las cotizaciones del día como sus citados niños la tabla de multiplicar. Tenemos otro líder de la pela, Fraga Iribarne, que también en estos días anuncia su retirada A Coruña. La carrera política de Fraga ha sido muy larga, muy variada y en su caso consta de una sucesión de retiradas como la del Cordobés. Entrevisté largamente a Fraga cuando la última despedida, aprovechando entre bomba y bomba de Palomares. Un éxtasis de fuego, colas y calzoncillo que duró mucho en la memoria erótica de las españolas. Don Manolón estaba sublime. Y finalmente Aznar, que, según me dice Inés Oriol, se está poniendo a lo Tom Cruise a base de gimnasia mañanera, una cosa dermoestética, a juego con Ana y su adorable Botella, más los muchos puros que fuma mientras usted está con el primer cigarrillo egipcio. Nuestra democracia anaranjada está perdiendo sus monstruos sagrados de camino, salvado ZP, o sea.