Artículos Francisco Umbral

Rajoy


Ya que no para otra cosa, estas guerras tan distraídas que estamos viviendo y que vive ya el mundo entero, están siendo beneficiosas para la derecha beligerante, que al fin tiene en España un líder serio y provechoso. Me refiero al señor Rajoy, que ha seguido puntualmente las epopeyas bélicas y hoy es el testigo más responsable de todo lo que ocurre. Hace poco ha dicho que aunque pierda las próximas elecciones, él no se va a casa. El registrador de la propiedad está registrando a fondo la riqueza y la pobreza que salen todos los días a la luz después de la batalla. Entre todos los personajes -naipes ardiendo- que cada día amanecen después de la caída, Rajoy resulta el más sereno testigo de la Historia, el historiador lúcido y tranquilo que anota junto a una sonrisa la frase valiosa o comprometida de quienes van de héroes y se desmienten cada día, empezando por nuestro presidente del Gobierno, que miente o inventa como si la Historia la hiciera él a golpe de fábula. Pero este líder de la nueva derecha no sólo ha resultado un puntual cronista histórico sino que además se está haciendo a sí mismo un estilo y una ironía que ya no se usa en los frentes de batalla. Efectivamente, hay que ir a la guerra porque es lo que pasa, la actualidad, si no queremos quedarnos sólo con las batallas del cercano Oriente, con las apariciones fantasmales del otro Oriente, que pilla un poco más retirado, y con las andanzas de Bush, que pierde naturalidad, su estilo western, para salvarse con otros estilos más cinematográficos que pueden salvarle convocando la melancolía de aquel cine de los 50 donde todos los días se muere una estrella que fue eso, estrella. Mientras resuelven estas beligerancias de sangre y petróleo, la izquierda española ha evolucionado, por fin, encontrando fórmulas más actuales de estar en la política, en la guerra y en la vida. Deseamos que finalicen estos conflictos, entre otras cosas para que el gran público conozca y reconozca lo que es el PP por dentro, o sea un ejemplo. Me dice una gran dama del gran futuro que ha visto a Aznar recientemente y que lo encuentra en plena forma, ejemplar de músculos, que corre mucho detrás de la copa que él mismo se inventa, que está más joven y más troquelado por la experiencia. Dejando aparte la natural fantasía de la señora, venimos observando en la derecha española y culta una facultad de fabricar líderes que antes no tenía. Nuestros líderes pasaban por un cargo dejando sólo los rastros bizarros de su ventura y aventura. Les importaba quedar bien ante sus amores bien trovados y sus caballos de Ascot, que tampoco quedaban mal. El mismo don Alfonso XIII era un fanático del tiro de pichón, en unas jornadas que luego comentaban, elogiosos, los palatinos glosados por Agustín de Foxá. Y eso era todo. Hoy no quedan pichones que tirotear porque se tirotean españoles. Rajoy nos ha hecho el gran favor de actuar como si no fuera derecha, y en sus discursos al presidente es donde más lo consigue. La confusa política de Zapatero le deja un espacio suficiente a la concepción intelectual de Rajoy. Es un duelo de hombre a hombre, el duelo de la honestidad y la legalidad contra el oportunismo y la oportunidad de una izquierda superpoblada, pero difusa.

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