Los fichajes del Papa
Lo dijimos en esta columna cuando Ratzinger fichó por el Vaticano. En los tiempos que corren es más fructífero el fichaje de un papa que el de un delantero centro de esos que sirven mucho cuero a los extremos. La Iglesia tiene hoy una valoración política que se antepone a lo religioso y a lo piadoso. Con este criterio hay que hacer las adquisiciones de delantero centro del Sevilla, que acaba de conseguir el triunfo en la Copa y todo lo que venga. Los papas inmediatamente anteriores fichaban altares vivos del Tercer y Cuarto mundo. Hacían religión por las geografías del miedo. El siglo les desbordaba en su ocupación meramente evangélica. Eran un poco beatas, con perdón. Ratzinger, en su primera oportunidad, ha conseguido la complicidad de uno de los primeros ministros del país más sabiamente administrador de Europa: Tony Blair. No ocultamos que se trata de una operación antes política que religiosa, pero tampoco callaremos que la religión católica, valorada políticamente, es una fuerza histórica en la sociedad inglesa. No caigamos, pues, en un éxtasis católico con su altar vivo en Downing Street, 10. Europa está haciendo muchos esfuerzos por unificarse. De los populares españoles a los estrictos polacos, nuestra Europa anda revuelta en crisis de aglomeración. El terrorismo viaja de un océano a otro y en todas partes se formulan iniciativas insospechadas, como ésta que ahora rubrica a Ratzinger de Papa moderno, al día, comprometido y sorprendente. El cardenal Newman inició estas audacias en el siglo pasado y con gran éxito. Parece que ahora volvemos a Newman. Quiere decirse que el catolicismo deja de ser la religión arcaizante. La decisión de Tony Blair parece abiertamente bipolar y esto, sin duda, es una victoria que silenciosamente se apunta la Corona. De momento se ha abierto una luminosa vía con «la luz de aquel frío», como dijera el poeta. Esas alianzas que ahora vemos surgir por aquí y por allá parece que van dando fru-to y anudando lo que esta-ba disperso. El catolicismo, aparte interpretaciones religiosas, es hoy una maquinaria política de extendida virtud que ofrece diálogo y sensatez a nuestra vieja Europa. Apretando más el lazo, parece que Tony Blair, el político actual más valorado de nuestro mundo, se ha lanzado a la aventura europea con su mejor estilo y su mejor sonrisa. En España tiene secuaces muy valiosos, como Rajoy, con una idea serena y practicable de Europa que puede seguir todo el mundo. Se diría que vamos camino de la concesión a la sombra serena y sonrien- te del perdurable Winston Churchill, el desvelado inquilino de Downing Street, 10. Glosamos esta aventura de la política exterior británica, porque es hoy en la prensa una anécdota que se viste de categoría y pronto será la peripecia más lograda y mejor entendida de la Corona, después de cierta confusión pública y familiar. El señor Blair parece que se entiende bien con los políticos españoles, incluso con el ambiguo Zapatero. Por nuestra parte lo que falta todavía es una explicación de Gobierno al pueblo español, tan católico y documentado en esta ocasión. La esperamos.