Artículos Francisco Umbral

ZP/DG


El señor Zapatero, con su entrevista en la cumbre, frente a Rajoy, ha conseguido ser noticia, y desde luego mala noticia. Nos ha demostrado que puede con un hombre más político que él y más inteligente: Rajoy. Hay una foto de llegada del señor Rajoy a la Moncloa donde vemos a un Zapatero levitante y elegante ofreciendo sus manos de echar discursos, manos ofrecidas al deuteragonista nato para ayudarle a subir los tres peldaños difíciles, humillando al maduro Registrador de la Propiedad con la evidencia de su vida más corta y su biografía más larga. ZP tiene montado un tingladillo protocolario que principia en los verdores de la Moncloa, pasa por la mano azarosa de los fotógrafos, se instala en algún punto prohibido del cuerpo visitante y hace unas poses de gallo en los toros que persuadirán ácidamente a la visita de la mala tarde que le espera rejoneando el talante y el talento de un joven josefino por el que no pasa el tiempo, como por el retrato de Dorian Gray. Luego viene el burgués consabido del tresillito donde se sientan ambos jóvenes moderados a repartir su moderación con la prensa y la tele del día siguiente. Ahí es donde les coge ZP y les persuade de todo lo contrario de lo que venden o compran, publicidad, Bolsa y medios. El señor Zapatero se ha convertido en un líder de la silla eléctrica de Moncloa y no sale de su saloncito/estar, y no necesita otra cosa para ejercitar su capitanía. A Rajoy le vimos, cintilante en su aventura, lampasado en su hora, mal doblado de riñones donde no es, con un primer esguince de la edad a la vez que disimulaba todo eso con una sonrisa seria que requiere algo del manda. Era previsible el resultado vista la piedad que pasea Rajoy, ese maestro, por las cancillerías, las moncloas y la tira. Admiramos mucho a este reo sabio de antemano y condenado a las manos pianísticas de los supremos, pero su actuación del otro día es la letra gótica donde empieza la rendición del bueno. El presidente popular (y lo es) tuvo un lunes como de la Casa de Campo. Y encima le insultaron. Rajoy lo aceptó casi todo en el convencimiento de que ZP le reservaba el cansancio o la nada. Basta la foto elegida para saber quién es el condenado. Hay una estela de amor juvenil y frustrado en la mirada de un Registrador cuando le toca registrar su vida para saber lo que le queda. Y al señor Rajoy le queda una gloria melancólica o una guerra en paz que nunca hubiera soñado sin aquella invitación de Aznar al suicidio. Los extras del terror cuentan ya con las arrobas de votos que ZP les pronosticó. Los malos han comprendido que esos votos tienen, como el euro, mejor cotización que las pesetas tardofranquistas de la derechona. Rajoy deja una biografía limpia, eficaz y cortante, que me gustaría escribir yo si supiera. Pero bueno, la libertad siempre es un porvenir para el hombre que no tiene otro. Esta glosa que me está saliendo es asquerosamente pesimista, y tampoco va a soltar uno el gallo de la pelea, porque ya sabe uno quién es el gallo. Y lo que nos espera.

Comparte este artículo: