Pop
Andy Warhol, padre o hijo del pop, es lo más audaz y expresivo en el arte del siglo XXI, como herencia y superación del XX. Ahora dicen que está enterrando a Picasso como revolucionario estético. Al no poder con el genio malagueño, War-hol le alcanzó por la cola y anda por los 54 millones de euros por cuadro. El arte de América no empieza en el pintor sino en la pintura. Un billete de mil es más creación que la creación misma. El famoso bote de tomates Campbell¿s tiene más contenido histórico que contenido financiero. Toda la cultura americana amanece a los ojos de un niño, que esta vez se llama Andy. De ese culto al dinero como obra de arte viene la valoración de la obra de arte como dinero. La valoración financiera de las cosas es en América algo eminentemente original e infantil. Para el niño el arte nace como dinero, lo cual pierde su horror capitalista para revelarnos la esencia financiera de la infancia. Luego el oro, e incluso el petróleo en crudo, cobraría una estética de western. El señor Andy, como todos los iniciadores, descubrió algo: el valor intrínseco de la mercancía, que es lo que el capitalismo tiene de original. La Marilyn Monroe de Warhol sustituye la sutileza de cualquier retrato europeo por el encanto matinal de un anuncio publicitario. Los citados tomates tienen la fragancia de una tienda de barrio y ése es el valor involuntario que AW había posado delicadamente en toda su obra, sobre todo en los retratos femeninos, donde se asoma una mujer con algo infantil, como es el caso de la citada Marilyn, de Jacqueline Kennedy y de otras. En una ocasión Warhol compraba ropa interior en unos céntricos almacenes de Nueva York, en compañía de un amigo. Y le hizo a este amigo una curiosa reflexión: «Comprendo que haya gente que compra ropa interior y no la usa». Warhol era un ingenio verbal que no se agotaba nunca y sus memorias son fascinantes en este sentido. Las escribía al paso de su vida y su trabajo. Los creadores americanos han dejado una estela de violencia y racismo que a veces distancia vagamente al mundo, pero debemos saber que hay otra estela creadora, que es la de los grandes presidentes y los grandes artistas, que actualmente es la que sigue la tendencia democrática de aquel país. Nombres como los de Warhol, Washington, Lincoln, constituyen el gran mural de EEUU. El pueblo americano, sin embargo, no es un pueblo elitista de cultura minoritaria y poco exigente, sino que mantiene cultos estéticos a escritores y artistas como el resto de la nación. Hay, empero, un vago prejuicio nacional dedicado generosamente a cultivar el palurdismo de algunos estados del Sur. Por eso resulta necesaria una pequeña cultura, a la sombra de la mayor, informando de la verdad de América y devolviendo el genuismo americano a las nuevas inmigraciones que acampan en el país bajo el beneficio de una cierta ingenuidad que Warhol extendió en su vida y obra. Sólo por eso valdría la pena recordar y cultivar la figura y la biografía de Andy Warhol a todos los niveles. Preferimos creer que así se está haciendo.