El PP
Lo de estas elecciones ha sido demasiado. Se veía venir. Se veía llegar y desaparecer. La fructífera victoria del PP ha sido como una bomba de felicidad que ya a mediados de semana ha matado de paz a algunos hermosos segundones. Principian estos señores de la derecha ilustrada a pelearse entre sí. Y de qué manera. El partido popular cuenta gallardones tan subversivos y rajoyes tan metódicos que, a la hora de elegir, tendríamos que convocar un partido constituido todo él por delanteros centro, y aún así. Gallardón anda gallardeando un poco por los corrales y corralas de Madrid. Es hombre que gusta de anticipar sus victorias, y si no que le pregunten al señor Sebastián, que se ha lanzado a vender su libro o lo que fuere, con picadillo de señorita revuelta. En cuanto al líder señor Rajoy, le ha ocurrido lo que a todos los líderes. Que ha pasado de ser líder de su pueblo para ser sheriff de su corral. Ahora le advierte al chico para que sea cauteloso y se aguante las ganas. ¿Las ganas de qué? Eso que se lo pregunten a Esperanza Aguirre. Gallardón tiene vocación de presidente desde los tiempos añorantes del primer socialismo. Empecemos por diferenciar las ambiciones de cada uno de ellos. Son conductas opuestas, pero que van en el mismo sentido. Rajoy desciende de los cielos de un registrador aplicado para tomar posesión de los grandes cargos, mientras que Gallardón asciende de los grandes automóviles para encarnar su paso por la tierra. Pero el domingo fue para él un domingo rojo como los de Ramón J. Sénder. Lo cual que entre los dos, estos hermosos segundones están fastidiando la marrana. El clamor del domingo pagano, que fue un fervor de banderas, se ha trocado en una rencilla de subastadores de España. No conviene aquí hablar de ambiciosos porque tampoco es eso exactamente. En todo caso habría que hablar de vocaciones nobles hacia la perfección dominical que ya hemos citado. El hombre que vive siempre en domingo llegará lejos. Con todo y con eso, no encuentra uno el punto exacto donde cabría la ambición política de cada uno. Hubiera sido más bonito prolongar la fiesta otra semana antes de romper la baraja. Claro que estas rencillas nos dejan al hombre más desnudo y así aprenderemos a conocerle mejor. Media España votó a la derecha y ahora llegarán a decepcionarse. Toda política tiene su revés y lo que hay que procurar es que no asome ese revés, generalmente peligroso y sólo amansado por paciencias plurales que el hombre cultiva sobre sí mismo. Uno no se tendía completamente con la victoria moderada, pero después todos nos hemos moderado cuando el irreversible ha mostrado el forro de los otros. Es grave lo que sucede porque las derechas españolas habían llegado medularmente a entenderse. Vivíamos una fantasía ilustrada y creíamos tener una democracia duradera a izquierda y derecha, pero nada ha sido así. Tras el primer globo pinchado vendrán todos los demás. Es el primer triunfo de la izquierda dominical lo que se queda flotando en el aire lírico del domingo. Gallardón ha jugado demasiado fuerte, pero sincero en sus apuestas generales, como siempre. Rajoy es un moderno a la antigua. Por fin ha lucido el carisma que le negaban y eso, a la larga, es bueno.