Artículos Francisco Umbral

Larga es la noche


Con la victoria de Mary Espe se afianza en Madrid una democracia de clase media que deja muy atrás los prejuicios de la burguesía capitalina y se abre la calidad de la vida en una rosa under-ground que se extiende hasta las últimas ojivas de la gran ciudad. Esta mujer/político le ha metido al cocido madrileño una música nueva y distinta, entre Cole Porter y Frank Sinatra. Todo muy americano, sí, pero de un americanismo pacífico, que es de donde han tomado los yanquis su manera democrática de ser. Este americanismo tuvo luego sus éxtasis de Ley Seca, caza de brujas y brujas de Salem. Todo esto lo vivía uno en la noche electoral de Madrid, cuando el señor Gallardón ensayaba un golpe cinematográfico, algo así como El graduado. Todos los segundones de la derecha han jugado al rugby con los ricos pilaristas del franquismo. Hay que decir todo esto para que ustedes comprendan o recuerden que efectivamente tenemos una derecha de Caballeros sin espada, en la que encajaría muy bien James Stewart. Ésta es la cosa que olvida siempre nuestro rojerío, que esta vez ha fracasado vendiendo fanatismo revolucionario en los sombrajos del Rastro. El señor Rajoy, en cambio, viene por la vía del registrador, como un capricho lento y profundo de la propiedad y los propietarios que abren la panoplia de sus saberes para que España esté más ventilada en la justicia social, y él personalmente es el caballero feudal que acuña verdades profundas y podría, de vez en cuando, mostrar en las villas que registra de dónde le viene a España un socialismo terruñero y perfectamente aplicable al capitalismo inmobiliario que ha variado tanto el semblante de Castilla-La Mancha, por ejemplo, lo cual ha perfilado seguidamente la urgencia de las comunidades, que son algo así como los Comuneros más que los Comunistas. Acebes, que es el más joven, montó el domingo/noche una movida de alegría que fue lo que nos hizo eliminar el complejo de derechas que arrastramos puntualmente después de cada victoria de la derechona y la frase de Rajoy, que es toda una orgía: «Espe, te quiero un huevo». Tras el socialismo del euro uno diría que la virtud de estas elecciones ha estado en una derecha sin complejo ni compromiso de izquierdas. Que siga cada uno dando la cara sin el cinismo de Pepiño Blanco ni el protagonismo de Zapatero ni el trapicheo de los pilaristas devenidos hombres de mundo, etcétera. Ocurre que en estas ordalías de primavera todos han jugado a hacer el papel del otro y además les ha salido bien. Quiere decirse que no hay racimos desencadenados en la política española, sino que todos juegan a eso, a hacer el papel del enemigo, o sea a dormir con su enemigo. Esto le da a la vida de las ideas un carácter movido y espontáneo, haciendo imposible la prolongada mentira de Cánovas y Sagasta o de Romanones a bordo de su cojera. Durante la semana prebélica nos hemos hecho más sinceros, más audaces y más frívolos. Zapatero ha elegido un papel heroico de protagonista arrojado, de orador enfadado, que es papel fácil para el que no tiene otros. Las elecciones totales no es que sirvan para descubrir una doctrina, pero sí una manera de adoctrinarse a sí mismo.

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