Artículos Francisco Umbral

La derechona


A la derecha tradicional le pusimos un aumentativo los periodistas cuando, en unas elecciones, llegaron al poder y José María Aznar quedó como pequeño príncipe de todas las derechas nacionales e internacionales, pues el señor Bush, que ya molaba entonces, era bajito y, de tarrete a tarrete, se pasaban mensajes. Luego, con la cosa de Irak, se montaron un divorcio político que perjudicaba a ambos, por la parte de Zapatero al teléfono de Bush, que no se le ponía, y por la parte del presidente americano, por su rancho de Tejas, donde tenía un rancho mejicano total que se lo prestaba la familia para llorar en el regazo adusto de su padre. La derechona, pues, no emerge en Ávila, la tierra de Santa Teresa, aquella monja con espuelas, que tenía tanto de John Wayne como de la Monja Alférez. La derechona tejana es una suerte de vaquero a media noche y Fraga Iribarne, que pudo con los héroes de Fort Apache. Todo muy cinematográfico, que no podía durar, y es cuando se vio que Aznar más que un gran partido político había fundado una residencia de vaqueros ancianos. Esto tenía la ventaja de que en las elecciones no era tan necesario ilegalizar el Colt 45 y los caballos de remonta como destronar al sheriff bajito con su rancherita. Aznar, jefe de la derechona, avisó a Fraga de lo que venía y Fraga se desterró a sí hacia un rancho que tenía él en Galicia y que le daba muy buena leche, mayormente porque la mala la reservaba para Alianza Popular, que estaban siempre en los cafés de la Gran Vía forzando una nueva visita al socialismo descamisado de Alfonso Guerra, que éste sí que iba a ser el sheriff, el hombre que sabía demasiado, el hombre que mató a Liberty Valance, etcétera. Porque el western sí que es la derechona americana y a eso tuvo que vencer Aznar o Aznarín. Para más detalles, véase la biografía múltiple de los Bush, que eso sí es agua pasada que mueve todos los molinos de viento manchego. España se anuncia para unas próximas elecciones municipales y autonómicas. La señora Aguirre puede ser la rancherita de la canción. Alberto Ruiz-Gallardón está claro que es el pistolero de buen corazón y el señor Rajoy va a hacer de sheriff ilustrado, venga de besar niños altísimos, porque él lo es. De modo que a España no ha llegado la democracia sino el western tejano. Zapatero aporta todos sus tebeos adolescentes de vaqueros y se presenta él mismo como el vaquero de media noche que habla con sus enemigos porque él profesa una democracia de revólver. En cualquier caso, es el bueno de la película. La derechona no tiene vuelta de hoja, pero leemos ya sus textos más doctrinales que peligrosos. La movida de Atocha, venga de donde viniere, ha reunido en la Casa de Campo un festival de mariachis de donde nacen las nuevas voces underground que Esperanza bautiza castizamente como el Metro. Aznar se redimió para siempre de su condición doméstica de rancherita, que es lo que le aportaba la frecuentación y la paridad. Su paridad no es tan doméstica como antaño, de modo que ella llega a un sitio donde hay ambiente, mucho ambiente, un ambientazo, como se dice ahora, y se hace la manda de la fiesta. Está llevando una política más gastronómica que ideológica y más humanista que tecnológica. Es el modelo de muchas cosas, pero tiene el buen gusto de no pasar modelos sin serlo.

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