Artículos Francisco Umbral

El carisma


El carisma es una cosa que se tiene o no se tiene. De ahí le viene al carisma su prestigio casi religioso, aunque últimamente el señor Zapatero y todo su Gobierno están poniéndole mucho carisma a la cosa. Antañazo, Cánovas y Sagasta se trabajaron tanto el carisma que no sabemos si aquello fue un carisma para dos o dos carismas para uno. En cuanto a Romanones, su carisma anidaba en la cojera. Una cojera bien llevada ayuda mucho a hacer política y, si no ayuda, ya no tiene remedio: se trata de un señor que viaja a bordo de su cojera porque otra carrera no tiene. La cojera o el carisma que ahora estamos disfrutando se lo debemos todo al señor Zapatero, que inauguró en León su oratoria vacía y confusa para cabrearse con el señor Rajoy, que eso de disfrutar un deuteragonista es cosa que se disfruta mucho reuniéndose con los poetas locales en la ruta de las tabernas de la capital. Pero un día van a venir los de la Legión Cóndor con su película hitleriana para ponerse hasta aquí de vino malo. Lo cual que al fin hemos disfrutado con el suicidio colectivo del jefe, aquello parece una película de los hermanos Marx, y luego vendrán las señoritas de Aviñón y en este plan. A lo mejor Zapatero no dijo nunca lo del carisma, pero a mí me suena y lo voy a meter aquí. En cualquier caso, reconozcamos que Zapatero tiene mucha mano y mucha sonrisa para poner de actualidad todos los tópicos que necesita y cabrear a Rajoy haciendo como que el PP tiene mucho carisma y el día en que los rojos decidan votar a lo carismático va a tener que venir el Papa Ratzinger a santificar en el Valle de los Caídos todos los caídos que se le han colado de sobremesa a don Santiago Carrillo, que ése sí que tiene carisma, y hasta le dejó un hueso de santo de carisma que le había guardado Dolores Ibárruri. Franco sí que tenía carisma. Otra cosa no tendría, pero carisma carismático a tope. Cuarenta años derramando carisma y sangre en los consejos de ministros y las corridas goyescas, que no se perdía una y hasta invitó a Luis Miguel Dominguín para preguntarle: - Dígame, Dominguín ¿Cuál de sus hermanos es el comunista? - Todos, Excelencia; en mi familia todos comunistas. Este diálogo ya histórico quedará en Los toros de Cossío y en las copas del Real Madrid. Ya no hay más carisma que el que sale de las elecciones legales y municipales. Por eso tenemos la libertad de consagrarle un pedazo de carisma incluso a los albañiles que han puesto bien el Museo del Prado, que ya estaba bastante bien y habría que fusilarles. Si vamos a eso, más carisma tiene la baronesa Thyssen, que se ha encadenado por propia voluntad, como si fuera un etarra, De Juana mismamente. Aquí se ha perdido la imaginación municipal y sólo inventa cosas Alberto Ruiz-Gallardón, que se ha inventado él solo a doña Esperanza Aguirre, o sea Las relaciones peligrosas. La política, antes, te aforraba de carisma. Ahora le preguntan al presidente en los bares cuánto le vale a él un café con leche. El socialismo de participación, o sea.

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