Artículos Francisco Umbral

Otro Madrid


Esperanza Aguirre, la chica/Telva, la Caperucita del bosque animado de los rascacielos madrileños, la Blancanieves que se deja nevar por la afición en todas las inauguraciones, tiene siete zapatos y siete zapateros para protagonizar el cuento que todos sabemos, tiene un lobo feroz para realquilarle el armario y tiene mucha paciencia para darle disgustos y cabreo a Ruiz-Gallardón, pues ella no comprende por qué no la han puesto ya de alcaldesa, que es un cargo más doméstico y popular, y se le da mejor a ella, para ganar unas elecciones y hundir a un prestigioso alcalde. Las mujeres son así de malas. Nuestro admirado y respetado alcalde no va a disputar un ayuntamiento contra los socialistas, los rojos, los zapateros y todo eso. Gallardón va a disputar un duelo al sol contra Esperanza, solo ante el peligro en el alto mediodía, un hombre que sabía demasiado, etcétera. Un suponer, llega la presidenta con el primer hachazo de su campaña. Promete no permitir en Madrid edificios de más de cuatro pisos, cuidando asimismo la calidad de las nuevas viviendas. Esperanza da por supuesto que va a salir elegida y al rojo del armario, que decíamos antes, tampoco le permitirá armarios de más de cuatro cuerpos, pues lo mismo que ha consumado la revolución del Metro consumará la revolución del mueble y del inmueble. Los rojos ya se sabe que suelen vivir en armarios y en celdas, y si no mira a De Juana. O sea que la señorita Espe ya está ganando las elecciones antes de presentarse. A Gallardón es que le tiene loco y le trae por la calle de la amargura, que desde el Dos de Mayo se llama ya calle de Malasaña, en la que habita toda la basca y toda la movida a la caza del bombero, que por su parte es muy pacífico y se ha quitado del humo o sea del tabaco. La señora Aguirre, a más de hacer una política de realizaciones, está demostrando que la política doméstica del ama de casa con ambiciones es mucho más fructífera para el vecindario que la política/política. En Francia han ganado los franceses, lo cual era de prever teniendo en cuenta el culto a la mujer que rinde aquel país y, sobre todo, lo grande que es París y las muchas concejalías que despliega. En cuanto a rojos, París también tiene muchos, que se alojan comúnmente en armarios de luna, como aquí los Bardem, Llamazares, Pepiños, con su perfil de tucán, y otras amistades peligrosas. La derecha ha descubierto el discreto encanto de la burguesía, como ya nos anunciara Buñuel, pero lo ha descubierto sobre todo el roperío rampante. Con una política de izquierdas en armarios domésticos no hay más que echarles a todos a la calle el día de las elecciones, provistos de un callejero que se le puede robar a un taxista sobre la marcha y el resto lo hacen los pactos. Uno suele ir a una tertulia de inmobiliarios y sabe que son la derechona que moja el puro en el café. Lo cual que las propuestas de doña Esperanza van a caer muy bien en la calle. Esperanza va a empalmar el último Metro inaugurado con el primer chalet de cuatro plantas. Se diferencia de Zapatero en que sólo promete lo que luego da. Venimos de París añorando a Sarkozy y descubrimos que para cocinillas nosotros tenemos una chica/Telva mejor que todos los rojos dando paseos higiénicos con la jai.

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