Artículos Francisco Umbral

Los niños terribles


Cada año son más terribles los niños terribles madrileños. Recuerdo que no hace muchos años una joven manifestante cayó desnuda desde lo alto del Arco y, naturalmente, se mató, como era su deber. A este personal cada vez se le entiende menos. Antaño se escribían hermosos reportajes sobre el exilio y los exiliados, pe- ro vino del exilio una escritora mayor, como se dice ahora, y condenó la fiesta con un artículo contra el rótulo Malasaña, considerándolo, en su ignorancia, una alarde de retórica franquista. A punto estuvieron de romper contra la anciana como la anciana había roto contra la juventud, la libertad y otros mitos. Malasaña tiene una condición de santuario juvenil que presidía el poeta Haro Ibars. Nos pasamos una tarde entera esperando los folios líricos de este joven poeta viejo, que no llegaron nunca pero contribuyeron a santificar en aquel santuario la condición que hemos dicho. Después de tales querellas una cosa quedó clara: la ruptura entre o contra la juventud exiliada y la juventud madrileñizada. Lo cual que de aquellas dos razas nació una guerra civil que todos los años conmemoramos tirando a alguien del Arco como en Zamora tiraban una cabra desde Manganeses. Eran los tiempos en que Daoíz y Velarde se cogían de la mano sin noción del movimiento o movida de los gays. Luego vinieron éstos y aquí cayó para siempre la novia de Velarde, porque Madrid no se divierte si no mata muchas novias o muchas cabras. Pero hoy en día, entrados en el siglo XXI, la única castiza que cae desnuda es nuestra chica Telva, o al menos lo proyecta: Esperanza Aguirre, la última castiza del madrileñismo rampante. Porque además de cultivar tales madrileñismos nos amplía nociones con su elogio público de las cifras, así el 69. La novia de Velarde tiene un pañuelo con cuatro picadores, Reverte en medio. Era el mundo literario de Tierno Galván, aquel alcalde que hizo la revolución con un puñado de chisperos y manolas, a más de los cabos sueltos que se le sumaban en aquel trayecto de comunistas, cabos y guardias civiles de cuando el 23-F o guardias tan plantados como Tejero, acacias y gorriones sindicalistas y más gente. Aquella plaza de hospitales y gente histórica yo creo que cada año se conmemo- ra menos y hoy es sólo un desmadre inmobiliario con todos los pisos alquilados por los poetas y sus novias ovetenses, que suelen ser ricas por su casa, pura cla- se media de lo mejor, que allí es donde encontró el Príncipe de Asturias a su princesa Letizia, con la cual celebraba ayer su segunda hija. Parece que el 2 de mayo no sirve para nada, pero ya ven que sirve como rincón de escritoras exiliadas, cuartel de cabos románticos y otras caballerías, suicidio de nudistas, cuño de alcaldes republicanos, vivero de poetas existenciales y bebedero de flipados de provincias. En Madrid siempre nos encontramos con ramales de rodera provinciana a cuatro pasos del Palacio Real. El 2 de mayo, a fuerza de estar constelado de significaciones, ya no tiene ninguna, salvo esas progres que nos llevan a mear en los cuarteles.

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