Artículos Francisco Umbral

De Sarkozy a ZP


La sombra de las elecciones francesas influye mucho en España, como ha influido siempre. Es la sombra de una democracia europea sobre el sombrajo de un tinglado español. Pero admitamos que la influencia gala ha pesado siempre sobre nosotros, y hay ejemplos muy evidentes al efecto. Cuando habíamos llegado a la madurez franquista, que era un paraíso dictatorial sin culpables reconocidos, ocurrió que De Gaulle, un De Gaulle ya autojubilado y revisionista, tuvo la tarasca de venir a vernos por no morirse él sin visitar a Franco y aceptando el magisterio del Caudillo español en tiranías. Así, Sarkozy debiera darse una pasada por La Moncloa admitiendo que los caudillos jóvenes tienen mucho que enseñar. Porque, aparte votaciones, el caudillaje es la nueva vocación de las democracias. Todos debemos aceptar esto. La edad de la tiranía marca nuevos calendarios en cualquier repertorio civil. El poder es ahora de los jóvenes mediante el trámite del dinero, que también ha cambiado mucho de edad. Los personajes de David Gistau tienen su reino en la calle, como sus amigos y sus mujeres, pero los socialistas del posfranquismo eran unos gañanes de Sevilla que esgrimían su juventud sin reparar en el señor Aznar que les quitó el puesto. Antañazo la democracia se definía por sus ideas. Ahora se define por sus cumpleaños. Como aval de su biografía adolescente los candidatos al efecto muestran compañera o novia en quien luce más la juventud divino tesoro que Rubén Darío empezaba a cortejar cuando el champán se retiraba a sus habitaciones interiores. Lo más que puede ofrecer hoy el político rampante a la masa delirante es juventud, audacia, inexperiencia y toda clase de licencias que van o vienen en los bolsillos vaqueros de la edad, junto a las llaves de casa, una casa a la que nadie va salvo media docena de okupas que practican allí los rituales de la coca y la nieve. Esto es lo que vendió Zapatero para salir elegido y lo que vende ahora. Aquí radica su éxito cabreado, su derrota manipulada y su futuro aplazado. Las ideologías, los sistemas y las utopías de mañana por la mañana han sido volatilizadas por la primavera evidente que invade los parques temáticos del sexo, la droga y el dinero cuando lo hay y salta como un tigre joven desgarrando los valores con uñas de oro. La movida francesa, la movida española y todo lo que anda han olvidado ya los mayos de los 60 y los mayos de Atocha. Hay una conjunción electoral de mayos en nuestra Historia urgente, y eso es lo que se va a ventilar. Eso que ahora llamamos, con cierta cursilería, «calidad de vida» no es sino la sustitución de los reglamentos por las manías y de las verdades por la verdad. O sea, la verdad de la calle con el nombre de litrona, botellón y otros puntos de encuentro o de ensanche. El moderno chándal de Fidel Castro perpetúa una revolución juvenil que ya dura medio siglo y que ha empalmado uno con otro. Las revoluciones ya no agonizan como tiranías sino que se formalizan como religiones. Fidel, aunque no reza, ha colgado sus rosarios de antaño.

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