Artículos Francisco Umbral

Madrid opina


No es uno así como fanático de la televisión, pero la otra noche me asomé al invento para ver qué era eso de Madrid opina, porque ya el título me gustaba y luego las caras conocidas, que allí estaban Pilar Cernuda, la ninfa constante de los periodismos de Manu Leguineche, que se mantiene lírica, miope e informada y se mueve muy bien en la querella política y nocturna de estos días. También me trae la TV a José Antonio Vera, Jesús Maraña, María Antonia Iglesias, alerta en una izquierda clásica, Esther Jaén, Ignacio Sotelo, Luis Eduardo Cortés, Sáenz de Buruaga, Casimiro García-Abadillo, nuestro detective particular aquí en EL MUNDO, que pone silencio y lucidez en la intervención. Mi primera impresión es que los españoles hablamos muy bien de política porque vamos al bulto y se nos nota en seguida de qué banda somos. Con este personal que cito, más alguna belleza sonámbula de política y algún veterano a la caza del cargo venidero se llega a la conclusión de que en Madrid no se opina, como dice el título del programa, sino que mira quién baila, porque esta tertulia debiera gastar su energía en bailar y matar de amor, titulándose Mira quién mata, espectáculo más político que Madrid opina, que hasta han llevado a Carmencita Franco a bailar y cobrar cuando hacía falta. Me persuado de que Madrid opina con violencia y sonrisa, con valentía y sentido periodístico, defendiendo cada cual la fracción ideológica de su familia, sus amigos o sus deberes. Lo que nos falta ahora es manejar con bravura la abstracción, especular con eso, porque aquí lo gastamos todo en los hechos concretos, somos prácticos y realistas, sólo nos permitimos libertades que llevan a otros hechos. O sea que sólo respetamos la libertad del antagonista cuando viene a corroborar la nuestra. Y me permito, con la venia, ponerme galante para decir que las mujeres politiquean tanto o mejor que los caballeros. Los caballeros las prefieren rubias, como nos dejó dicho Marilyn, pero se casan con las morenas mientras las rubias tienen que dedicarse al periodismo político, que se les da bien ya que se trata de un alto comadreo, una especie de salsa rosa donde se presentan los ex ministros con un descarado embarazo que ya se ha hecho público, como el de Letizia, y se resolverá en las elecciones municipales. Lo cual que la noche de Madrid vuelve a estar movida como en los tiempos de Valle-Inclán. La noticia, el divorcio, el musical, el drama, la zarzuela en vivo, el baile de criadas y de horteras, mucha variedad de teatros donde todos hablan de lo mismo: política, amores y desnudos. Unas luces de bohemia como las de don Ramón en un Madrid brillante, hambriento y absurdo, sin salirse nunca de la tríada. Los españolazos y las españolazas de la otra noche me devolvieron a la querella perdurable de las noches madrileñas y me devolvieron, asimismo, a la violencia ilustrada de nuestros grandes políticos y las tertulias sangrientas donde siempre moría un catalán. O sea, lo mismo que ahora, sólo que ya no se llaman catalanes. Concluyo que hay que salir más de noche y a ser posible con Carmencita Franco, que está tan vigente como el general Muñoz Grandes.

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