Don Manuel
El presidente Aznar y la ministra Aguirre han presentado Los cuadernos robados de Azaña, que vienen a completar sus prodigiosos diarios/memorias. Aznar -el otro, el ancestro- sale mucho en los cuadernos de Azaña, como director/presidente de El Sol -el gran periódico de la época- y como otras muchas cosas. Azaña no le perdona, como no perdona a casi nadie -escribía para la posteridad-, y me temo que el Aznar actual tampoco perdona a Azaña, pese a que los azañistas oficiales y oficiosos le han servido más de una vez la cabeza del gran hombre en bandeja de plata con laurel barroco. Nuestro presidente Aznar, por lo que dijo la otra noche a los periodistas de la tele, tiene como forma de gobierno la «normalidad», y alguien ha dicho que lleva el país como una empresa privada. Aznar no quiere brillar, deslumbrar, imaginar, sino vivir el día a día de la política, entendiendo el Estado como una burocracia y España como una sociedad anónima con socios aleatorios, como los señores Arzallus y Pujol. Aznar, en fin, está queriendo hacer un canovismo sin Cánovas, regido por la regla nada áurea de «la normalidad», aquella «normalidad» falsa, impuesta, ritual, exterior, de Cánovas y Sagasta. Aznar quiere llevarse bien con todo el mundo y sus proyectos de futuro son meramente económicos. Nada que ver con la grandeza de don Manuel Azaña. Don Manuel, «el señorito Manolo» de las chalequeras y las planchadoras, tenía una profunda idea de patria sin patriotismo y soñaba un Madrid futuro del que todavía vivimos, como es el caso de los Nuevos Ministerios, que él soñó y empezó, desalojando el antiguo hipódromo, porque al fin y al cabo era o había sido un funcionario, como este Aznar actual, y creía que la máquina burocrática del Estado había que montarla de nueva planta. Tenía toda la razón, pero no pudo sospechar nunca, en su clariver, que esa obra que él iniciaba iban a aprovecharla «el peligroso Franco» y los descendientes de aquellos Aznar que tanto le inquietaron y asaetearon desde El Sol (los elogios no se los creía, claro). Hoy la izquierda es monárquica y la derecha quiere ser republicana con Azaña, o azañista. Hoy es que ya no se entiende nada. Los socialistas ayudaron mucho a Azaña como presidente del Gobierno, sobre todo Prieto y Largo Caballero. Largo Caballero estaba siempre dispuesto a sacar los obreros a la calle en favor de Azaña, que no era socialista, y hoy los obreros las huelgas se las han hecho a los socialistas. La Historia comparada es una asignatura un poco pedante, pero muy instructiva. Azaña sabía entenderse con los catalanes, pero Aznar, en su azañismo «moral», no tiene otra dialéctica sino la de hacerle cada día más concesiones al señor Pujol. Después de la vara que le han dado en el gentil culo de la ministra/Esperanza, Aznar está volcándose ya los bolsillos para la nueva cuestación de su amigo Pujol en Madrid. La verdad es que, se mire por donde se mire, estos Cuadernos robados primero se los robaron a Rivas Cherif y ahora se los han robado a la izquierda. Aunque lo cierto es que el actual PSOE tampoco tiene mucho en común con Azaña. Azaña no fusiló a Sanjurjo por no donar un mártir a la derecha, y el GAL ha donado 28 mártires a ETA. Y es que la finura política e intelectual -y moral- de un hombre como Azaña aquí no la ha heredado nadie. Por eso siguen enredados con el afable/inefable Miguel Angel Rodríguez.