Garzón
Es estupefaciente que la afición nacional esté pendiente, hoy, no de un torero, sino de un juez controvertido. Hemos pasado de la majeza a la abogacía y del Cossío al Derecho Penal. Hay millones de españoles que estudiaron Derecho, pero encima hay algunos que se lo saben, que lo recuerdan y pueden montar la tertulia sobre Garzón mejor que sobre el Juli o su papá. A temporadas, el señor Garzón es opinado de reaccionario o de vendido al Gobierno, otras temporadas dicen que sólo pretende lucirse y, finalmente, que está aquejado de protagonismo. ¿Se han fijado ustedes que en España todo el que va a la oficina a las nueve está aquejado de protagonismo? Yo, cuando rara vez tengo que recibir un pago oficial, ya sé que puede pasar un año. Hace poco, el pago me llegó en quince días con una carta del funcionario. Y es lo que le dije a mi señora: -Este funcionario está aquejado de protagonismo. Al trabajo de los alemanes lo llamábamos «milagro alemán», cuando entonces, y al trabajo de los jueces lo llamamos afán de protagonismo, ahora. Aquí nos molesta mucho que alguien se lo curre a fondo y en seguida le diagnosticamos un complejo. A mí, en las primeras redacciones donde trabajé en Madrid, me llamaban «trepilla» y «pelota». Lo digno era estarse en el bar de enfrente jugando a los chinos. Y ahí siguen, desde hace treinta o cuarenta años, jugando a los chinos. La Historia no pasa por ellos ni por los chinos. No digo que todas las actuaciones de Garzón sean buenas o acertadas. Se equivocó, aun a sabiendas, con Gómez de Liaño, pero se atreve con Pinochet, con los militares argentinos, con Felipe González y con otros grandes invertebrados internacionales, de acuerdo con su plan particular de globalización de la justicia. Y como esto hay que criticárselo, ya se ha dicho que buscaba en el Supremo lo que ha obtenido: la redención eterna de Glez. Uno, que no es tan sutil, uno, que no hizo Derecho, uno, que todavía conserva cierta capacidad de admiración, se atreve a escribir que Garzón es un abogado que no espera que llamen los clientes a la puerta con plaquita (no llaman nunca), sino que se echa por el mundo a la caza de casos internacionales y se ha atrevido ya con los personajes más peligrosos de la geografía política mundial. Lo de que busca protagonismo o dinero me parece obvio, pues sólo por protagonismo o dinero se mueve el hombre que se mueve. Los demás, los huevones del bar o de la oficina, no son nada sospechosos de protagonismo, efectivamente, pero el mundo marcha gracias a los ambiciosos y las cosas cambian por ellos, hasta el punto de que, como decía al principio, el hombre más debatido hoy de España no es un torero, sino un juez. No me interesa añadir una opinión más, que siempre será partidaria a favor o en contra de Garzón. Lo mío es sociología de periódico. Garzón ha conseguido que los españoles se interesen ahora por las leyes y aprendan un poco o recuerden lo que olvidaron. Garzón se crea sus propias stock/options. Y con todo derecho. Pero el trabajo, en España, sigue siendo un escándalo. Y fuera de horas, una inmoralidad.