Artículos Francisco Umbral

Francisco Ayala


Lo ha dicho Francisco Ayala con esa lucidez extralúcida que sólo se tiene a los 90 años, a sus noventa o noventa y tantos años: «La realidad no existe: es la imaginación». En un hombre que ha vivido tantos estratos de realidad, de realidades, esta sentencia es valiosa no sólo como conclusión filosófica sino como verdad aplicable a la vida. Vivimos de nuestra imaginación. Primero imaginamos las cosas y luego suceden. El hombre va delante del tiempo y así llega a vivir su muerte antes que la muerte misma. La realidad tumultuosa y coloreada que en estos días estamos viviendo tiene mucho de imaginaria, aunque una huelga general con todo nos parezca el éxtasis de la realidad. Vivimos la huelga que viene como una revolución imaginaria que nunca va a ocurrir.Toda huelga, en un país decididamente capitalista, se queda en la escenificación del episodio revolucionario que quisiéramos traer. La realidad de la huelga no son las ideas de unos y otros sino el dinero, o sea la realidad última y escueta de la vida.Pero he aquí que el dinero no es más que un símbolo, una metáfora, un sueño de la imaginación. Se trata sólo de un papel apaisado o una medalla de metal. A los de la generación de la peseta nos ha dolido mucho el cambio al odioso euro, que parece un billete de tren. Luego el dinero tampoco es eso, el dinero tampoco es el dinero sino una fuerza quieta y atroz que ha engendrado la imaginación del hombre. Ni la huelga va a redimir a los millones de hombres y niños que hoy no han desayunado ni la Cumbre Episcopal va a acabar con la lujuria que últimamente ha herborizado en los claustros con sabor acre de pecado y perfume reviejo de hermetismo medieval.Digamos que los curas y frailes han amado siempre a los niños y niñas que pasan por sus manos como carne de verdadera hostia consagrada, más que la de comulgar. Desde los tiempos de Lope de Vega las monjas tenían novio y desde los tiempos de Apollinaire la guerra era «viña de hombres», o sea una humanidad presta a ser vendimiada, y Apollinaire el primero.La Iglesia quiso someter la lujuria encerrándola en una cárcel de gótico y armónium, pero no contaron con la imaginación. La imaginación del recluso hace de un niño una niña y hace del propio cuerpo masculino una mujer. Sin imaginación no habría homosexualidad.Cuánta razón tiene el maestro Ayala. La guerra es una cosa que se le ocurre primero a Napoleón o a Hitler, que necesitan realizar sus sueños como lo necesita el enamorado. La guerra, pues, no es sino la imaginación en acto de un caudillo. Como ya no hay caudillos y además Internet está acabando con la imaginación de la gente, lo más que se organiza son huelgas laborales o políticas donde ya se habla de pinchar las ruedas a los camiones, de modo que estamos a un paso de la guerra. La huelga, tan apasionante, no va a cambiar España, pero conseguirá que un hombre hastiado nos dé la espalda y se vaya. Claro que eso es lo que se perseguía, por otra parte. Seguiremos viviendo bajo el beneficio de la injusticia, que nunca cuenta con las ambiciones de nuestra imaginación ni con el hambre de nuestros hijos. El hombre, aunque viva 90 años, como el maestro Ayala, al final se queda solo con su imaginación. Él lo ha dicho: «Me gusta mucho vivir».

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