¿Qué república?
En estos días se habla por Madrid del Rey Juan Carlos I como «el rey republicano». He convivido recientemente con nuestro Rey, observándole con mirada nueva, por buscar en él esos síntomas de rey republicano que dice la gente de la calle. En Don Juan Carlos es evidente un populismo exterior, una personalidad transparente que, lejos de recordarnos a un republicano, nos sugiere la imagen de Don Alfonso XIII mejorada por el relente alegre de la vida.¿Hubiera hecho mejor de republicano que de rey? La cuestión a plantear, después de esto que digo, es la de qué tipo de república hubiera llevado bien este hombre. Porque lo que les pasa a los republicanos históricos (otros quizá no quedan) es que no añoran en general un determinado sistema político sino, muy concretamente, la Segunda República española, la de Azaña, Ortega, Marañón, Pérez de Ayala y por ahí seguido. O sea, añoran su propia juventud perdida. En cuanto a la circunstancia histórica, no parece la mejor para hacer ensayos republicanos. Estos ensayos ya los están haciendo los catalanes, vascos, valencianos, gallegos, etcétera. El resultado es que todos tienden a levar anclas de su propio ideal particular, pedáneo, con peligro para la totalidad de España, de esta España, que es lo que creen que sobra, pero quienes sobran son ellos. Cuando los nacionalismos se dramatizan y los soberanismos llegan a adquirir un talante carlista, es cuando menos hay que pensar en la movilidad múltiple y fecunda de un republicanismo en el que ya estamos. Necesitamos más que nunca un referente español para que esto no se vaya a tomar por retambufa. República, sí, ¿pero qué república: la vasca, la catalana, la galaica, la madrileña? Eso no está decidido ni parece el momento de decidirlo. En Vasconia levantan el trapo comunista, en Cataluña imponen doblar todas las películas extranjeras. ¿También las españolas? En Galicia se proponen asesinar patrióticamente a un cadáver exquisito que ya está muerto, don Manuel Fraga. En La Rioja levantan, pacíficos y alegres, una bandera de vino. En Valencia ya tienen platós para hacer el gran cine que no ha sabido hacer Madrid. En Salamanca se reinventa la Guerra Civil por la expoliación de unos papeles políticos con más valor simbólico y sentimental que valor fáctico.En Aragón se niegan a repartir el Ebro entre sus naturales beneficiarios, ese gran caudal de monedas heroicas y fecundas. Estando así las cosas, es cuando realmente nos hace falta el referente borbónico, unitario, peninsular, total. Dejemos el sueño republicano para un porvenir que de momento no viene. Con motivo de este año cervantino se ha conseguido cierta unanimidad entre erudita y popular. Exactamente, la unanimidad de los libros y no de las pancartas. La república no es una improvisación de cuatro ateneístas sin poder ni representación. A muchos les va bien, decentemente bien, con esta paz que ha tenido España después de 40 años de guerra fría contra sí misma. Un referéndum monarquía/república quizá diese la razón a la monarquía, y más por salvar lo que hemos conseguido que por prolongar aquellos 40 años afásicos. Nuestro país se ha enseriecido de manera que ya ni los Borbones borbonean. Además, los Borbones están muy controlados por Jaime Peñafiel o al menos eso cree él.
