Costa Polvoranca
Los renovadores de la nada le han llevado a Felipe González a perder las elecciones, como bien les reprochan ahora los guerristas. Los renovatas eran algo así como los Infantes de Aragón en tervilor. ¿Qué se hicieron o ficieron tanto lujo e invención como trujeron? El internacionalismo capitalista, Armani, el neoliberalismo desbragado, la escuela de Chicago, el monetarismo salvaje, Milton contra Friedman, las corbatas con viñetas, el mariocondismo de izquierdas, el yuppismo con busca, y cada vez más lejos del pueblo, de la realidad, de España, de Costa Polvoranca. Costa Polvoranca es mucho más España que la Costa del Sol o la Costa Fleming. Los guerristas, más paredaños y vecinales de Costa Polvoranca, siguieron haciendo socialismo, siquiera socialismo verbal, y en los papeles les decíamos peronistas, descamisados, carlosandrespérez y demagogos populistas. Bueno, uno siempre sostuvo que era lo que quedaba del socialismo pauloeclesial, y mayormente, la última oportunidad que tenía el PSOE de seguir haciendo una España de izquierdas mediante Gobiernos socialdemócratas, bien equilibrados entre el dandismo de Borrell y el discurso castúo del chamizo Rodríguez Ibarra. Ahora, el majón de los castúos ha ganado la batalla de Ferraz y mi querido Múgica bien que lo había advertido: cambiar de política o cambiar de político: el presidente, o sea. Solbes, el de la contabilidad por partida doble, el covachuelista del partido, quiere darle una última e imposible vuelta de tuerca a la economía, hacia la derecha. Lo cual que no se aclaran, o sea. El renovata más casta, el trosko que iba de cínico e ingenioso, el justamente ignorado novelista, el de las leyendas sentimentales, el señor Joaquín Leguina, es quien más y peor ha cantado la derrota de su tribu urbana, pegándose una puerta que ni el hijo de Lola Flores. Dice que deja la política y cambia de trabajo. Aunque este corte le guste a mi querida Emma Cohen, a uno le parece que la rabieta es la enfermedad infantil del político. O César o nada. Leguina era un Borgia enano. Yo le he visto rechazarle a Pedro J. los documentos del caso Palomino con cinismo: «Yo no he traído papeles, me los habré olvidado en casa». Y luego salía diciendo que había que enterarse más de lo que decían los periódicos. Ha sido el niño terrible de los renovatas, el irónico, el ingenioso, el falso marginal, muy puesto en su bajalato de la Puerta del Sol. Nos ha menospreciado a todos con su menosprecio de bajito y ahora, a la hora de echar una mano en la aljubarrota, se va a hacer temblar las prensas con una nueva novela. Los generales de Napoleón, cuando recibían una orden del emperador, la hacían circular por varios conductos y en diversas versiones, de modo que llegase hasta el último soldado. Pero Felipe no es Napoleón. A Goethe le dijo Napoleón: «Vos sóis un hombre». Nada menos. A Leguina, Felipe no le podrá decir lo mismo. Estos escépticos de mostrador de zinc acaban así. El caso Leguina sólo es la situación/límite de una tribu escindida, de un partido roto hace mucho (Aznar se ha limitado a dar el hachazo donde ya estaba la brecha). Muchos renovatas quisieran hacer lo mismo que Leguina, pero les falta o les sobra estatura. Un Gobierno controlado por el ferrusolano Pujol no puede irse más a la izquierda. Pero el socialismo de Costa Polvoranca, o sea el guerrismo, ha ganado moralmente. González, camastrón, prefiere vivir de los votos prestados. Guerra, polvoranco, quería seguir arrancándole votos al pueblo, el voto directo, o sea. Ha perdido el Gobierno, FG, la tribu renovata, Ciprià Ciscar, la gabardina bogartiana de Borrell y la agonía crística de Belloch. Pero ha ganado Costa Polvoranca.
