Garzón
España es el país del alguacil alguacilado y ahora le toca al juez Garzón, que se ha propuesto mirar al trasluz el espíritu santo del GAL y, en vista de que es un funcionario eficaz y cumple y hace progresos, han decidido alguacilarle por parte del Gobierno, los ex/ex, los welter sonados y cierta derecha. Quieren poner entre paréntesis, ya que no entre rejas, de momento, al juez Garzón, hombre de decisiones, corazón tan blanco, garzona de la política que voló a tiempo, profesional de lo suyo hasta las costuras de la toga y del alma, como ya lo demostró con el narco y ahora con el GAL, al hilo de que Amedo se ha cogido un globo porque Belloch le retira el sueldo secreto, el salario del silencio. La judicatura española está más sana de lo que quisieran los antidemócratas de la horca feudal y los de las pompas fúnebres de Montesquieu. Está sana nuestra judicatura cuando da hombres como éste, que se está dejando la juventud en una peripecia ética y múltiple. El argumento de quienes se han quedado sin argumentos es que Garzón «tiene razones personales». Naturalmente. El que Garzón sea garzón, garza, garzona, no quiere decir que sea el hombre sin atributos, sin sentimientos, sin tendencias, sin manías. El juez, en España y en todas partes, es un señor que sabe ser la objetividad pura y dura por las mañanas, y la subjetividad cismundana y necesaria por las tardes. De lo contrario sería de una pieza, y no hay que confundir la Justicia con el cemento armado Portland El Cangrejo. Se han puesto a hacer psicologismo y vida interior de Garzón, biografía y hasta bibliografía, cuando lo único que importa son los resultados que está obteniendo limpiamente: resultados claros, cabales, incontestables, duros, implacables, fehacientes, escandalosos y hasta carcelarios. ¿Qué es Garzón, quién es Garzón?, se preguntan los reaccionarios, los implicados y los welter locos. Es como si, cuando había garrote vil, la gente se hubiera preguntado primero de qué color tenía los huevos el verdugo. Garzón está dando garrote legal al crimen de Estado y los argumentos que hila poco a poco, como la vieja el copo, son coherentes, dentro de la espantosa, formidable y negra coherencia del mal. Del mal y del GAL. La actuación profesional de Garzón es sencillamente formidable (y perdón, porque creo que tampoco se debe aplaudir a un juez que cumple). La investigación de Garzón es sensacional, así como su utilización de unos delincuentes largones, de unos carcelarios palabrones que están vengándose de Belloch porque les ha retirado el sobre. Entonces, no tiene mucho sentido empezar a preguntarse de qué color es el alma de Garzón, si hace juego con la corbata y cuál es su pasado político y sentimental, cuántas novias tuvo de estudiante. Este es el más formidable caso de alguacil alguacilado, desde que nuestros clásicos escribían sobre estas cosas. ¿Por qué la derechona, la izquierdona oficial y los presuntos se han puesto a investigar a un juez que está cumpliendo como una persona mayor y que tiene un pasado de virgen provinciana? Lo cual que la otra noche nos pusieron, sólo para le gratin gratiné de Joy Eslava, un folletón fílmico de Dumas, con Miguel Bosé y muchas tetas. Fornicaciones con antifaz y espadas con lazo. Todo muy Dumas hijo. A mi lado, la condesa de Montarco con un traje de chaqueta rouge et noir como una sinfonía estendhaliana, las cosas que sólo sabe ponerse esta mujer que no me ama. En general, le gratin se quejaba de la corrupción, la crisis, la confusión, la putrefacción y el caos felipista. Garzón está clarificando España y las buenas maneras de los gratiné, magisterio de costumbres, pero siempre hay un hortera o un listo que se pregunta por el color de los calzoncilos del juez.
