Artículos Francisco Umbral

La basura


Ha dicho Fidel Castro, en su congreso, que las democracias somos basura (en la medida en que no somos democracias, claro). El dilema de Castro está en que las dictaduras de izquierdas han perdido porvenir (y, lo que es peor, prestigio), pero la alternativa democrática tampoco parece clara, como se ha visto en Rusia y Alemania del Este. Como Fidel ha visto durante toda su vida con sólo levantar un poco la vista y mirar al coloso del Norte.

El teleproceso del negro Thomas se ha llevado en USA a todos los espectadores de «Dallas» y «Falcon Crest». Una democracia podrida de racismo, sexo, drogada de televisión y escándalo, es lo que luce en ese culebrón. En el tribunal está el penúltimo. Kennedy, especialista en despeñar secretarias por insostenibles puentes hechos con muchas consonantes: Quizá a título de eso, de especialista en seducir/sepultar secretarias, está Kennedy como jurado de un caso que trata de lo mismo. La democrática Alemania del Oeste, democristiana y próspera, ha tirado el muro, pero ahora tiene poco que ofrecer (o poca voluntad) a los alemanes del otro lado, como no sea que se coman los cascotes del muro, en plan turrón del duro, las próximas navidades. En Rusia han disuelto un partido que cuando menos tenía experiencia de mando, sin haber estudiado antes unos rudimentos democráticos ni saber cómo se hace eso, con lo que han vuelto los zares, Nicolás II, Rasputín y los popes, en una noche de las momias vivientes donde la única momia que guarda un poco la compostura es la de Lenin

Aquí en España, en fin, el socialismo democrático acaba de producirse mediante una Ley de Seguridad puramente represiva y un ministro que es el primero en poner en cuestión el democratismo de los jueces y los periodistas. Esta ley sólo la defiende un señor que manda en Extremadura y que dice que los periódicos tenían que ser de las amas de casa y los albañiles. O sea que Pedro J. Ramírez y Alfonso de Salas a ver cuándo se suben al andamio. En el actual estado de pureza democrática en que nos encontramos todos, la verdad es que hay poca autoridad para pedirle a Castro que democratice su régimen, y de ahí que el dictador cubano se atenga con finales energías a su sistema personalista. «Mejor es una dictadura con buenas intenciones que una democracia/basura», ha debido pensar. Su sistema ha fracasado o lo han fracasado los Estados Unidos con su bloqueo político y militar de treinta años. Se comprende que Castro no quiere devolver Cuba a aquella Habana/lupanar de Batista y Hemingway. Su única salida, efectivamente, sería un socialismo democrático en algún lugar del mundo, hacia el que volver la vista y cambiar así de modelo, perdido el modelo URSS. Pero eso es difícil encontrarlo. Nada más fácil sino suponer que por Castro habla la desesperación y la agonía. Pero los agonizantes dicen muchas verdades. Castro nos ha llamado basura y no podemos reprochárselo, ya que nosotros mismos nos lo llamamos todos los días unos a otros, entre países, entre partidos, entre individuos.

La democracia se está pudriendo en la vieja Europa. Los neofascistas entoñan en Alemania y Cataluña. Los Estados Unidos tienen democracia en la calle, pero muy poca en las instituciones, como está poniendo de manifiesto el caso Thomas. El grito y el insulto de Castro, aunque sea el insulto de un desesperado, debiéramos tomarlo un poco en cuenta. Sólo desde la desesperación se dicen las verdades últimas o primeras. Castro lo ha hecho mal ó no le han dejado hacerlo mejor. Pero a ver qué democracia está en condiciones de arrojarle la primera piedra o de tenderle una mano limpia, cuando ya todos tenemos las manos sucias, y no precisamente en el sentido sartriano. La tragedia de Castro, hoy, es la de todos nosotros y, efectivamente, se llama «basura».

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