Artículos Francisco Umbral

'Cara al sol' (Foxá)


Cara al sol es una buena pieza de poesía bélica del señor Foxá. Era cuando los señoritos falangistas se reunían en el sótano de la Ballena Alegre para contar sucesos y para contarse a sí mismos, pues estaban muy convencidos de ser una almena literaria en la muralla de la nueva España. Agustín de Foxá, mejor novelista que poeta, Dionisio Ridruejo, cronista de toda la aventura del fascismo español, González-Ruano, que iba allí a escribir artículos y se descartaba cuando le pedían unos versos que sólo se cobraban en patriotismo. Luego estaba José María Cossío, gordo y sensitivo, presidiendo ateneos y corridas de toros. También le gustaba cantar zarzuela. Le recuerdo aquello de «agua que no has de beber, déjala correr». Y Antonio Díaz-Cañabate, el más mendigo de los Garrigues. Era una tertulia de antaño, de las que se organizaban todas las noches en el centro de Madrid, mientras esperábamos a ver si la horda roja llegaba o no llegaba. Es lo que ha publicado ahora EL MUNDO, en todas dimensiones, porque es que no se privan. Podemos decir que los músicos y cancioneros de la Guerra Civil fueron más y mejores en la izquierda que en la derecha, pero todavía guardamos respeto por la calidad y cantidad del acervo republicano, donde se encuentran las piezas más bellas y conmovedoras de aquella época. Sus autores eran guitarristas de cinco cuerdas y tenían una sensibilidad minutísima para alzar la voz de aquellos guerrilleros. En el bando nacional se erige el Cara al sol de Tellería con un tremendismo adolescente que ya ha leído al 27. El camarada deja escapar su origen alemán, el Oriamendi podemos elevarlo hasta Cervantes. Hay una versión segunda con letra original vasca. Prietas las filas es un himno cuartelero sin ninguna trascendencia. El Himno de la Legión tampoco ha pasado del uso legionario. El Himno de Riego, de inspiración republicana, se limita al uso por la propia Legión. Entre las Coplas de la defensa de Madrid están Los cuatro generales, Mamita mía, y Puente de los franceses. Ay Carmela (el paso del Ebro), No pasarán, Si me quieres escribir, El Quinto Regimiento. Después de que al Cid le hiciera un cancionero el pueblo castellano, cancionero que quedó como Canción nueva de romances viejos, sobreviene, ya en el siglo XX, este rico e inspirado repertorio de un pueblo que va siempre a la guerra cantando. Esta asociación de lirismo y beligerancia es una síntesis que expresa violentamente la ingenuidad y el valor con que aquellos españoles aunaban la lucha por su identidad al mismo tiempo que forjaban esa identidad mediante la copla y la hazaña de cada día. Este pueblo se ha cantado a sí mismo narrativamente, y por eso se ha cantado mejor. EL MUNDO parece que recoge todo esto en domingos y fiestas de guardar. Es el viejo texto con que nos debatíamos en la escuela. Es el golpe de raza que renace siglos después, cuando otra vez se hace necesario y presente en esta saga. Es decir, cuando la duda existencial vuelve a preguntarse a qué llamamos España. Desde luego, no a mero periódico peninsular que periódicamente se lo llevan los mares.

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