Artículos Francisco Umbral

Junio, Picasso


Hay como cierto escándalo en Madrid porque no pasa nada. Pero han vuelto Picasso y Antonio López con los mismos cuerpos y almas que tuvieron. Una ciudad como Madrid vive en sus museos más de lo que creemos. Y no voy a cantar ahora el turismo, sino la naturalidad con que Picasso se hizo madrileño y Antonio López se hizo manchego, que ya lo era, pero quería enterarse. En Madrid siempre pasan cosas, aunque parezca que no. En Madrid siempre se está muriendo una cupletera o está viniendo ya otra, por Atocha como está mandado. Pero Madrid tiene cierto resuello de pueblo y esto los de fuera son quienes peor lo han asimilado. - ¿Le gusta a usted Madrid? - No está mal, pero va despacio. Así, se está muriendo una niña cupletera cuando ya nace otra que incluso viene de más abajo, Chipiona, lo que significa que nos trae más España, más estatuto y más movida. Este periódico saca un pintor universal todas las semanas, pero a los madrileños les da por comerciar con sellos, y luego dicen que les han estafado.Ahora no sabe uno si estamos en la movida de los sellos o en la movida de los euros. Lo que sí se sabe es que no paramos.Gallardón y Esperanza siempre están haciendo cosas. Trasantaño un alcalde duraba muchos años inventando puentes sobre el Manzanares, puentes que no hacían ninguna falta porque no es verdad que el Manzanares pasa por Madrid. Eso es un invento de los cronistas, que cobran poco y sacan puentes para vendérselos al alcalde como aquel personaje de Mihura que lo compraba todo, hasta que alguien intentó venderle su propia lámpara: - Oiga usted, joven, que yo soy alcalde pero no soy tonto. - Perdone, pero creí que sí era usted tonto. Como se ha puesto ahí, de alcalde, se lo ha creído. Alberto Ruiz-Gallardón, todavía mozo, inventa muchas cosas, pero a mí no me compra sellos. Yo le coloco chicas, ancianos, negros para el Real Madrid, pero él a mí no me da nada. Ha debido creerse que soy Polanco, ese señor que efectivamente regala las cosas.Se nota que ha venido Pablo Picasso y anda en calzoncillos, como siempre, tomándose un helado en Sol. Picasso es un hombre que se nota en la temperatura, en los calzoncillos, en las guerras civiles, en Goya, en una Maja Desnuda (en la otra no). Cuando hay nuevos picassos en El Prado es como si hubiera toros en Las Ventas y hasta la calle de Ortega y Gasset, tan fina, huele a Sanisidros. Los milagros, el ambiente, las monjas en camisa, los esqueletos y el chocolate negro le dan mucho sabor a Madrid. Quien no guste de esas cosas que no venga. Pero estos días tenemos a Picasso en Madrid como si le tuviéramos en la capilla ardiente de la Bolsa, por lo caro que es y sólo nos pasan cosas picassianas, como la muerte de una folclórica, otro pintor pintando Vallecas, unas señoritas (de Avignon) paseándose por Montera, Bárbara Rey paseando los leones por El Retiro, que es la Feria, alguien adquiere El Código Da Vinci. A mí me toca firmar esta tarde. No tengo libro, pero tengo cola.

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