Artículos Francisco Umbral

La literatura


Mi inolvidable Solís Ruiz, que me pagaba un whisquicito de vez en cuando, en años de hambre («esto te alimenta más que un bocadillo de mortadela, de ésos que coméis los rojos»), se había propuesto acabar con las humanidades en la enseñanza, bajo el lema «más deporte y menos latín». Lo de Javier Solana, ahora, es más fuerte.

Lo que se propone el señor Solana, según denuncia el catedrático Ricardo Senabre, es suprimir la Lengua Española en varias ramas del plan de Educación para los estudiantes de Magisterio, o sea los futuros maestros, con lo que la ignorancia literaria pasará del maestrillo y su librillo a los niños, y ahí sí que han descabalgado para siempre a Don Quijote. Según el ABC, un grupo de profesores universitarios han firmado «el manifiesto de Almagro» contra la discriminación de la literatura en los grados medios y universitarios. Se empieza chapodando a Horacio, por antiguo, y se acaba chapodando a Valle-Inclán, por innecesario. Me decía siempre maestro Tierno, en nuestras nocturnas paseatas al fondo de la noche, en busca del anís «Machaquito» por Santa Engracia, que conviene distinguir entre cultura y preparación. Hoy se posterga la cultura en beneficio de la preparación: «¿Preparación para qué?», se preguntaba el alcalde filósofo. Preparación, ya la palabra lo dice, para estar en forma, para triunfar, trajelarse la pela, masacrar al adversario, antropofagizar al colega y vender más microondas a domicilio que nadie.

Efectivamente, para vender microondas a domicilio estorban Horacio, el latín, las humanidades, la literatura, y ValleInclán (aunque yo diría que ayudan). La LOGSE, pues, o lo último que se haya sacado el señor Solana, tiende a la barbarización de la enseñanza, a la brutalización del saber, a la degradación de la cultura en «preparación». Claro que el señor Solana, con quien tuve el honor de disfrutar una brillante reposición de «La verbena de la Paloma», por Tamayo, cuando él era ministro de Cultura, me dijo a la salida:

Oyes, pues está muy bien esto de la «Verbena de la Paloma». Yo sólo lo conocía de oídas.

A uno le parece que es la Quinta Sinfonía del madrileñismo creador, creativo, y era la catorceava vez que yo veía la función. Del mismo modo que la política del Gobierno tiende, por arriba, a la moral entre manchesteriana y calvinista del éxito (el éxito lo da Dios, el dólar lo da la mafia), la política educacional tiende por abajo a crear yuppies pequeñitos, ejecutivos breves, gente reciente muy preparada: preparada para asesinar al competidor con una estadística, para vender frigoríficos y enciclopedias ilustradas a plazos, para podar el propio seto del jardín adosado, y que se joda el vecino de enfrente, que sólo tiene chabola adosada. Lo de los maestros o normaliens (que dicen en Francia con otro sentido: Sartre lo fue, un humanista/marxista) me parece a mí lo más grave de todo, pues que en manos del maestroescuela está el barro primero, la alfarería matinal, el alfar puro de lo que luego será un hombre. Ocurre que ningún político, ninguna política invierte en cultura, sea la política de derechas o de izquierdas, pues que se trata de una inversión a muy largo plazo, cuyos frutos luego recogerán otros (a lo mejor el enemigo), mientras que las inversiones brillantes y hueras, como el V Centenario de la cosa, no sirven para nada, pero enhechizan y deslumbran al personal, y eso es lo que busca el hombre público. Los socialistas, que tanto se han quejado de «la herencia recibida», resulta que ahora no sólo son derechohabientes de Franco (bases, OTAN, etc.), sino incluso de Solís Ruiz, aquel andaluz que le tenía rabia a su paisano Séneca. A Séneca nunca le hubiera pagado un whisky, como a mí, que también soy un clásico.

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