Artículos Francisco Umbral

Las leyes


Hay tres leyes inminentes, o ya expresadas por el Gobierno, que sobrevuelan nuestro cielo democrático y de oro primaveral. Tres leyes que son como tres cuervos allanpoianos que se han posado en los hilos de la telefonía sin hilos (teléfonos pinchados) de nuestra libertad, para caer sobre nosotros en el momento legislativo propicio. Nos siguen como el puma sigue al explorador en el desierto, esperando el momento del desplome y la deshidratación. Seguridad/inseguridad ciudadana, ley de huelga, ley de Prensa. Aunque la ley de seguridad/inseguridad ciudadana aún no ha sido proferida en su totalidad, cuando escribo esta columna, entre gatos y magnolios, su diseño es amenazante: posibilidad de entrar en nuestros domicilios sin mandamiento judicial, derecho a parar a cualquiera en la calle y pedirle los papeles, etc.

Esto es ir matando la democracia como yo, de monaguillo, iba apagando las velas de la parroquia con el largo apagavelas, una a una. La llama sagrada, el pentecostés democrático de la libertad personal, que es como una lengua de fuego sobre cada ciudadano, va a extinguirse como luz de gas. Pronto seremos una democracia a oscuras.

La ley de huelga es en realidad, o será, una ley antihuelga, que va a «amordazar» a los sindicatos, como bien ha dicho Nicorredondo. Mientras Solchaga fija el tope salarial en un humillante 4%, se está muñendo una ley antihuelga para que, encima, los sindicatos no muevan un dedo ni un proletario.

Señor don Felipe González, a usted los bonsais le florecen, pero la democracia se le está secando entre las manos. Como buen jardinero, tiende usted a chapodar demasiado (y qué trabajos tengo yo con el mío, que le quiere cortar el pelo a todo el jardín).

Finalmente, la ley de Prensa, que naturalmente es restrictiva, pues que nadie hace una ley, ni siquiera la democracia furiosa, para dar más libertad, sino para regular la que hay. Sin Prensa libre, sin sindicatos callejeros y voceadores, sin derecho a la intimidad más íntima, ¿qué es lo que nos queda de la democracia, jefe? A la final va a resultar que sí es usted un socialista, pero un socialista estaliniano. Nadie le ha admirado a usted tanto como uno, aunque usted no lo sepa ni yo lo haya escrito, pero la caída del mito/Felipe es hoy tan estruendosamente silenciosa, en cada español de bien, como la caída del mito del padre.

Dirá usted, y lleva razón, que la culpa la tenemos nosotros por acuñarnos padres y mitos. Usted sólo quería ser un gestor eficaz (y lo está siendo) que llevase el socialismo a la socialdemocracia (evidencia que acaba de admitir el maestro Tuñón de Lara), y la socialdemocracia al liberalcapitalismo. Comprendemos su gestión, oiga, pero al pueblo tenemos que tenerle advertido: que se van a acabar las libertades de los ochenta, que se van a acabar los 14/D, que se van a acabar los periódicos escandalosos de verdades. Que ahora vamos a ser una democracia de cinco tenedores, más la pala de pescado, y de socialismo mejor no hablar. Como, por otra parte, usted, don Felipe, ha anunciado en Tokio, que es donde suele usted anunciar las cosas, que piensa seguir hasta el 2001, cuando menos, está claro que vamos hacia un presidencialismo que en Ferraz acabará llamándose PRI.

Estas tres leyes, ya digo, que ha anunciado premiosamente doña Rosa Conde, en su estilo de maestra tímida, son tres cuervos posados en los cables de alta tensión política. Todos los españoles nos sentimos mirados por esos cuervos. Uno tiene cara de Solchaga, el otro de Corcuera, el tercero de Solé Tura. No se puede uno pasar del comunismo al socialismo, Solé, tío, recuerda nuestras cenas en casa de Carmen Rigalt, para venir a Madrid a firmar leyes represivas. O sea.

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